Miedo

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Estoy paralizada ante su figura, cada vez más cerca de mí, aunque en sombras por la poca luz del cuarto.
Necesito saber si es él, si aún está suelto por ahí, esperando a hacernos daño. Pero un pensamiento se me viene a la cabeza, una y otra vez 'Corre' 'Corre' 'Corre'
Hago caso a mi mente y salgo corriendo hacia la puerta. Nunca antes había tenido tanto miedo como ahora, bueno, quizás cuando vi a mamá llena de heridas, llorando en un rincón de la habitación. Eso fue desolador.
Siento que está detrás de mí, esperando el momento exacto para agarrarme. Abro la puerta y me cuelo por el hueco rápidamente, sin detenerme en ningún momento. Cierro y me apoyo en la puerta, atemorizada, sudando y con la camiseta aún en la mano.
Levanto la vista y están todos ahí, mirándome como si estuviera loca. Doy las gracias al cielo de que por lo menos tenga puesta una camiseta de tirantes.

-¿Qué diablos haces, Sarah?-pregunta una chica de mi clase.

-Yo, eh..., me pareció ver un ratón. Sí, eso.

-¿Como que hay un ratón? Te lo habrás imaginado. -el profesor Halfway se ríe.

-¡Vaya miedica!- exclama Jonathan, el chico más popular, (como yo soy la más popular, claro).

-Insensibles, a ver que haríais vosotros si vieseis un ratón. Echaros a llorar como niños de preescolar.

-¿O simplemente ignorarlo?-Jonathan se cruza de brazos, reprimiendo una sonrisa.

-Más quisieras. ¡Já!

-Parad ya los dos, esto es una clase, no el patio del recreo.

-Ya lo escuchaste. Calladito.

-Ya hablaremos tú y yo.

Me río sin ganas. Seguramente hasta le hubiese vuelto ha responder, pero luego me acuerdo de lo ocurrido en el vestuario y palidezco. Ha sido una experiencia terrible y ahora no podía saber quien había sido aquel hombre. Sí, estoy casi segura de que no era una mujer. Y la verdad que no tenía ganas de volver a entrar allí y averiguarlo. Podía estar ahí, esperándome a que volviese y no iba arriesgarme y darle el gusto. Eso no.

Estoy toda la clase viendo a los demás jugar. Algunos jugaban bastante mal, para que engañarse.

Suena el timbre, informándonos de que la clase ha acabado. Ahora sí que necesito obligatoriamente entrar al vestuario, sin embargo espero hasta que otra persona entra para no estar sola allí dentro.
Recojo mi bolsa de deporte del suelo, con toda la ropa esparcida por doquier y me voy a duchar. Tardo más de diez minutos y estoy completamente segura de que todas las chicas se fueron y que, a este paso, ya había empezado la siguiente clase. Para ser el primer día de clase está siendo bastante duro.

Me visto con una minifalda rosa palo, una camisa de seda turquesa y unos tacones. Ahora tengo que pensar cómo entro a Historia consiguiendo una buena excusa. Bueno, ya se me ocurrirá por el camino.

Camino a hurtadillas por el gimnasio, casi me da algo cuando veo a alguien reírse de cómo me estaba escapando. Menos mal que no es el señor Halfway. Es Jonathan.

-Llamas más la atención andando así que si caminaras igual que siempre. Te lo dice alguien al que le pillaron justamente haciendo lo mismo que tú.

-Y bueno, ¿Qué se supone que haces aquí? Porque digo yo que no estarás aquí para ver lo bonito que está el gimnasio, ¿verdad? -pregunto yo, ansiosa por irme a clases.

-Verdad. Llevo quince minutos esperando afuera, Sarah. Vengo a ver lo bonita que estás tú.-dice, apoyando una mano en mi rostro, en gesto cariñoso.

Me quedé sin respiración. La verdad es que no me lo esperaba para nada.

Bajó su mano y me miró con sus penetrantes ojos verdes.

-Ya te lo dije antes, tenemos que hablar.

Luces del albaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora