No quiero separarme de él nunca más. Porque sé que si se va, la oscuridad en la que estaba sumergida volverá. La idea de regresar allí me provoca un terrible miedo. ¿Qué pasará cuando solo esté a unos metros de él? ¿Que se supone que debo hacer al encontrarme con un padre que está lejos de quererme, que le hizo la vida imposible a toda persona a su alrededor, que debería estar en la cárcel, o mucho peor, muerto? Me aterra con solo pensarlo.
Llevo un par de horas desaparecida del resto del mundo, únicamente acompañada de Jonathan. Al salir, sin pedirme explicación alguna de por qué nos estábamos escondiendo y saliendo por la puerta de atrás como fugitivos, me llevó a una bonita cafetería que estaba cerca de los grandes almacenes Willow. Allí estuvimos charlando sobre nuestras vidas y yo de vez en cuando esquivaba una que otra pregunta que no me agradaba sobre mi asqueroso pasado. Me dedicaba unas sonrisas tranquilizantes, y por unos momentos olvidaba el verdadero motivo por el cuál estoy aquí, con él, en ese preciso instante. Luego recordaba la forma tenebrosa en la que mi padre me había nombrado y todo volvía rápidamente. Y con más fuerza que antes, como una enorme ola que luchaba por derribarme y hacerme añicos tal que un débil castillo de arena.
Nos tomamos unos batidos de frutas del bosque y unos brownies increíblemente ricos. Hacía ya tiempo que no tomaba brownies y lo agradecí mucho. Cuando nos fuimos, nos encaminamos hacia el parque. Y desde aquel momento sigo aquí, tumbada en su regazo en un banco cercano a la entrada. Todo parece muy tranquilo, demasiado tranquilo. Jonathan coloca una mano en mi tripa mientras mira el como se pone el sol. Esta sensación de paz...me encanta. Pero la paz nunca es capaz de durar mucho en mi vida.
-Sarah, sabes que me puedes contar lo que te pasa, ¿verdad?
-Sí, lo sé.
-¿Entonces por qué no quieres decirme lo que te lleva pasando desde hace tiempo?-dirige su mirada dulcemente hacia mí.
-Porque es mucho mejor que no lo sepas, es una mierda estar pensando en ello a cada momento.-levanto el brazo para acariciarle el rostro con los dedos. Mis pensamientos están muy lejos de aquí. Lejísimos.
-Pero Sarah...
-En serio, no es nada importante.-miento-Una tontería sin relevancia.
De nuevo reina un perfecto silencio. Los sauces a nuestro alrededor se mueven lentamente, interpretando una melódica danza, pero es una danza triste, y enseguida me abruma la nostalgia. Es como cuando madre me llevaba a los columpios de pequeña. Me dejaba con todos los niños de mi edad y después ella se sentaba en un banco, con la mirada perdida. Hasta llegué a encontrarla llorando desconsoladamente, sin saber por qué. No sé como fui tan estúpida como para no darme cuenta antes de lo que le estaba pasando en realidad. Podría haberle evitado pasar tanto sufrimiento durante tanto tiempo.
-Me alegro de estar aquí, contigo.-le sonrío tímidamente.-pero creo que es hora de que deje de huir. Eso no va a conseguir arreglar nada.
-Esto...¿Estás segura?-me mira confundido, sin entender de qué estoy hablando.
-Sí.
Me siento a su lado y deposito un beso en su mejilla.
-Gracias por todo esto.
-¿Te veo mañana?-me sonríe cariñosamente pero sigue confundido.
-Por supuesto. Adiós Jonathan.-me levanto y me alejo de él, despidiéndole con la mano.
No puedo alargar lo inevitable, las cosas pasarán quiera o no. Así que mañana si mi padre aparece por el instituto, le haré frente. Ya no pienso huir. Voy a hacerle saber que soy más fuerte de lo que cree. No se atreverá a volver a aparecer en mi vida, o eso espero.
Cruzo las calles rápida y silenciosamente, como una sombra. Aún así, observo con detalle todo a mi alrededor, alerta. Una bonita pareja cogidos de la mano tomando unas cervezas en la terraza de un bar, una niña pelirroja muy feliz paseando a su perro, un joven apoyado en la farola, sonriéndome y mandándome un beso...
Espera. ¿mandándome un beso? Oh dios mío, lo que me faltaba, un borracho tirándome los tejos. Parece que va a decir algo pero cuando estoy a su altura se limita a dedicarme una media sonrisa.
-Tú, ¿qué miras?-pregunto, mosqueada.
-Pues a ti.-dice, llevándose una mano a sus hermosos cabellos dorados.
Intento no ruborizarme y hasta creo que lo consigo.
-Estás borracho, tío.-le miro de soslayo, empezando a seguir de nuevo mi camino.
-Puede.-dice con un tono alegre en su voz.-Y, ¡arriba esos ánimos! No puede ser tan malo lo que te esté pasando.
Me río a más no poder, ¿'No es tan malo', dice? Ja, ja, ja, más quisiera yo que eso fuera verdad.
-Qué sabrás tú de problemas...
Eso parece hacerle incluso más gracia que a mí.
-Oh, sí que sé, créeme.
Estoy harta de esta conversación. Me voy sin siquiera decirle adiós, y solo me giro un buen rato después. Ya no está. Seguramente se haya ido al bar que vi antes. Parecía majo el chico, aunque un poco piripi, para que negarlo.
En unos minutos estoy en casa, llamando a la puerta, al darme cuenta de que me he olvidado las llaves. Nadie abre. Ahora no me digas que mi madre no está y no puedo entrar, lo que me faltaba. Vuelvo a llamar, hastiada de todo. Aunque tarda bastante, está vez si que me abre.
-Hola, mamá.- digo incómoda y con unas ganas increíbles de entrar y tumbarme en el sofá.
-Hola.
Enseguida me doy cuenta de que está muy pálida, y su expresión no es nada tranquilizante. Seguramente le habrá llegado la factura del anterior mes y será alta. Ahora se pasará la tarde entera diciendo que soy una derrochadora comprándome ropa, yendo de fiesta por ahí y que no estoy consiguiendo mucho dinero trabajando en el restaurante. Me preparo para estar sin cenar, un castigo bastante habitual en ella.
-Tengo que decirte algo.
-Oh, no. Ahora de verdad que no puedo, estoy hasta arriba de deberes, los profesores son unos desconsiderados, el segundo día y ya tengo hasta fechas de exámenes.-invento lo que sea con tal de no quedarme sin cenar, hoy tengo mucha hambre.
No la hago caso y sigo andando por el recibidor y así llegar al salón.
-Sarah...
-Mamá, no seas pesada. De verdad que no puedo. Luego si...
No llego a terminar la frase. No puede ser. Mi madre pone su temblorosa mano en mi hombro. Está asustada, y yo también. Ahí está. El alto y robusto hombre. Nos mira con una muy falsa sonrisa a las dos.
-¿Cómo se te ocurre volver aquí?-saco fuerzas de cualquier lado y le fulminó con la mirada.
Mamá me aprieta más fuerte, horriblemente asustada, no sé que hacer para ayudarla. Ni siquiera sé que hacer para ayudarme a mí misma.
El hombre niega con la cabeza gacha al oirme y da un paso hacia delante.
-No, no. Eso no es lo que deberías haber dicho en este momento, Sarah. La respuesta correcta era
"Te he echado mucho de menos, papá."
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Luces del alba
Teen FictionMi vida. Para muchos una vida perfecta. Me llamo Sarah Hale. Soy atractiva. Soy popular. Soy capitana del equipo de animadoras. Y mi nuevo novio es el chico más codiciado de todo el Jackson Memorial, Jonathan Walker. Las clases acaban de empezar y y...