Capítulo 29

56 12 37
                                    

Oía cómo Katherine interrogaba a Deniel con cuestionamientos como "¿Qué hacías en su habitación a esta hora?" y el sólo respondía que pasaba a visitarme, que su turno escolar había terminado muy tarde y por eso apenas había podido verse conmigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Oía cómo Katherine interrogaba a Deniel con cuestionamientos como "¿Qué hacías en su habitación a esta hora?" y el sólo respondía que pasaba a visitarme, que su turno escolar había terminado muy tarde y por eso apenas había podido verse conmigo. También dijo que yo ya estaba dormida. Supuse que lo había dicho ya que tenía un extraño cambio en los iris y me conoce tan bien, que sabía que no había planeado la manera de evadir a mi curiosa compañera de cabellera china.

Pronto escuché que la puerta principal se cerraba y que Katherine se encerraba en la habitación frente a la mía. Tomé mi celular y busqué el número de Nathan, decidí enviarle un mensaje. Temía que, al hablar por teléfono, Katherine me escuchara y decidiera entrar a mi habitación con la idea de charlar sobre Deniel, y seguro que al final, la conversación terminaría en el curioso cambio de color.

Por suerte Nathan no tardó más de cinco minutos en responderme. Me pidió verlo en media hora, en el río. Caí en la cuenta de que, ese sería, a partir de ahora, nuestro lugar de encuentro de cada vez necesaria.

Luego de que transcurrieron los minutos, tomé los lentes obscuros y me los puse. Salí del hogar descalza para evitar hacer ruido, una vez afuera me calcé los tenis y eché a correr en dirección al río.

Me detuve solo unos cuantos metros y me giré una vez para ver la cabaña contigua a la mía. Ahí estaba él, parado junto al ventanal, con la intensidad de sus ojos viendo a la nada, con la misma postura de siempre que se encontraba pensando en algo importante que le parecía confuso o irreal: una mano la tenía pegada en el cristal, con la otra se frotaba la sien y mordisqueaba su labio inferior. Algunas veces incluso brotaba el líquido escarlata.

Enhorabuena no decidió mirar abajo así que corrí para que no se percatara de que estaba fuera de la seguridad de mi recámara.

Sonreía a pesar de que los pocos alumnos en la acera me miraban extrañados y divertidos, ya que llevaba lentes de sol por la noche. Reí al imaginarme corriendo con ese accesorio propio del día soleado y no de una noche oscura y llena de nubosidad.

Cuando llegué Nathan ya estaba ahí, esperándome. Extendió el brazo y me entregó un tubo que yo ya bien conocía: Un catalizador color amarillo.

—Bébelo todo antes de dormir. Cuando despiertes, tus ojos habrán vuelto al color avellana habitual, pero dime, ¿cómo has hecho para cambiar su color? —preguntó mientras su sonrisa se ensanchaba aún más.

—Fácil, tu hermano ha sido en gran parte el responsable —respondí encogiéndome de hombros. La sonrisa del chico de ojos azules se borró en un instante. —¿Qué pasa? —pregunté, aunque sabía bien la respuesta o al menos deducía una parte de ella.

—Déjame adivinar, te llevó a Jade y te interrogó, luego gracias a tu oposición quiso tomar el control, ¿cierto? —bufó. Asentí, justo eso había ocurrido—. Típico, mi hermano se ha vuelto una persona muy predecible en ciertos aspectos. Tal vez se deba a su insistencia por querer siempre tener el mandatario.

El Secreto Es El Pasado / Terminada / *Sin editar*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora