Capítulo 20

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Después de descubrir en dónde se hallaban las llaves de la cabaña (en una compuerta que se abrió en la pared después de presionar un botón en la manija de la puerta), Katherine y yo nos adentramos en el lugar

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Después de descubrir en dónde se hallaban las llaves de la cabaña (en una compuerta que se abrió en la pared después de presionar un botón en la manija de la puerta), Katherine y yo nos adentramos en el lugar. Ella de inmediato se lanzó en un sillón plegable en la sala de estar y se quedó dormida pues aseguró que se encontraba completamente exangüe. En cambio, sin hacer caso de mi cansancio eché un vistazo, azorada.

Las paredes estaban vacías, el resto de la estancia también parecía opaca y solitaria. Solo había muebles necesarios sin decoración para darnos la libertad de aclimatar personalmente nuestro nuevo hogar.

Había dos recámaras, ambas en el piso de arriba. Una cocina, comedor, sala de estar, dos baños (uno arriba y uno en la planta baja) y una habitación que imaginé llevaba al sótano que estaba cerrada con condado extraño, no necesitaba una llave como tal, pero no descubrí el modo de abrirlo. Jamás había visto una puerta con un candado de alta seguridad en una vivienda.

Ya que Katherine seguía dormida elegí mi habitación: la que tenía el ventanal, que por fortuna contaba con cortinas por si deseaba un poco de privacidad. Las cerré, tomé mi celular y audífonos de la mochila que había estado cargando, me quité los tenis mojados y me arrellané dando un salto a la cama. Pasé algunos minutos cantando en voz baja mientras observaba el techo e intentaba dejar mi mente en blanco, hasta que sin darme cuenta me quedé dormida.

Desperté media hora más tarde, sintiendo que había estado soñando por horas. El sueño se esfumó casi por completo. Solo me recordaba en un bosque de nuevo, junto a un chico cuyo rostro ya olvidé.

Luego de intentar conciliar el sueño por al menos diez minutos decidí levantarme y ponerme los tenis que seguían fríos y húmedos. Bajé sin hacer ruido. Katherine seguía sumida en un sueño profundo, así que con delicadeza tomé mi copia de la llave de la cabaña y acompañada únicamente por la música que salía de los auriculares y sin tener que pertrechar, abandoné el hogar, dispuesta a merodear erráticamente.

Afuera el silencio y la calma reinaban. Sentí un escalofrío, más no volví a entrar. Descendí los escalones uno a uno mientras la tarde llegaba a su fin.

Di un respingo cuando mi celular comenzó a vibrar. Era una llamada. Contesté después de mirar el nombre en la brillante pantalla y desconectar los audífonos.

—Te estoy viendo, vecina. —habló Deniel. Allí estaba, parado frente a esos enormes cristales en la cabaña contigua a la mía.

—No es muy educado espiar a los vecinos. ¿Lo sabías?

—Espera. Ahora bajo —dijo y colgó.

Conecté los auriculares por segunda ocasión y seguí escuchando música en volumen bajo. En un abrir y cerrar de ojos Deniel salió por la puerta y me acerqué a él.

—Hola.

—Hola. —saludó con una sonrisa— ¿A dónde ibas?

—En realidad no lo sé. Dormí un rato y después ya no podía. Mi compañera estaba tendida en el sillón y yo completamente aburrida, así que solo iría a dar una vuelta por aquí cerca. No me atrevo a ir demasiado lejos, con tanta extensión de terreno seguro que me pierdo.

El Secreto Es El Pasado / Terminada / *Sin editar*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora