Crónicas de angustia - Parte I

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"Estimado presidente.

Aquí están las instrucciones para que continúe Su rutina de horror con Betty.

En primera instancia encontrará las tarjetas que deberá continuar colocándole en el escritorio cada mañana a su monstrete, con su respectivo detalle. No se le vaya a olvidar porque yo no voy a estar para hacerlo.

Escribir estas tarjetas fue más difícil que nunca. Porque con las anteriores al menos me contaba lo que pasaba la noche anterior, los tétricos besos que le daba, las palabras para hacer el horror, digo el amor con ella.

Cada detalle de su itinerario de espanto cuando menos me servía para escribirle algo. Así que estas tarjetas contienen sentimientos neutrales. Supongo que durante estos días tendrá que volver al suplicio de besarla y seguramente de acostarse con ella.

Igual aquí va la poesía barata que le fascina a ella. Poesía para feas enamoradas. Como el monstrete debe estar ilusionada con la ausencia de Marcela, lo más seguro es que esté esperando que usted le dedique todas las noches a ella. Y tendrá razón en pensarlo. Pero, ojo, debe tener cuidado. Marcela no lo va a descuidar. Seguramente, Patricia le va a seguir los pasos. Y, si usted da motivo, Marcela le va a cancelar el matrimonio y tiene deseos de hacerlo. Y usted sabe mejor que nadie que eso es lo último que debe admitir. Ese matrimonio debe hacerse contra viento y marea.

Yo le sugiero que mañana la lleve al evento de Adriana Arboleda. No será extraño para nadie que vaya con ella. Tómese unos embellecedores, llévela a la casa, y si se inspira lo suficiente, acuéstese con ella. Si, si, si, ya se la cara de mártir que debe estar poniendo al leer esto, pero usted como que ya no padece tanto el horror de acostarse con ella. Ya está anestesiado, así que hágalo mañana y salga de eso de una vez. Ella quedará contenta y se la quita de encima por unos días.

Ah, pero eso sí, yo no le presto más mi apartamento, no señor. Usted me dañó el record. Que digo dañó, me lo volvió pedazos. Hasta el portero se burló de lo fea que era la mujer que llevó.

Por otra parte, mi estimado doctor, el hecho de que mañana se la quite de encima por unos días, no significa que se descuide. Mantenga la rutina de tarjetas y detalles que vienen aquí. Porque don Nicolás Mora sigue detrás de Betty y detrás de Ecomoda. Y no quiero que cuando regrese me tenga la noticia de que la descuidó y la dejó en manos de ese tipo porque eso sería lo mismo que haberle entregado la empresa a él.

Y bueno, espero que esta semana sea menos horrible que las otras que ha padecido con ella, pero siempre lleve en la cabeza este lema: "Beso a Betty por no perder a Ecomoda". "Le hago el amor a Betty para no perder a Ecomoda". Piense que con cada beso, con cada terrible caricia, usted se está asegurando de que Betty jamás nos haga una jugarreta.

Por último, le recuerdo que, durante estos días, usted tiene que ser muy especial. No solo por mantener a salvo a Ecomoda, sino porque hay que forzarla a que maquille los informes para la junta que viene. Hermano, ella ahí nos tiene en sus manos.  Y, si se ve renuente a colaborarnos, pues cierre los ojos, tómese otros embellecedores, aliste frases sensibles y llévesela para la cama más próxima. Ah, porque yo le digo, no hay nadie más feliz que una fea después de hacer el amor.

Bien, mi estimado presidente, sé que terminará de leer estas instrucciones completamente asqueado, pero piense en una cosa: este infierno no va a ser para toda la vida. Usted volverá a ser el hombre feliz, rodeado de mujeres bellas, cuando ella nos devuelva la empresa. Animo presidente.

Atentamente:   Mario Calderón".

Atentamente:   Mario Calderón"

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