Juntitos los dos

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- ¡Espere! - le dijo Betty en un impulso casi involuntario.

Armando se detuvo, cerró la puerta frente a él, pero no se giró. Escuchó que ella lo llamó y se quedó de hielo frente a la puerta por la que se disponía a salir, tenía miedo de estar imaginándolo. Respiró profundo para controlar sus emociones, cerró los ojos con la frente pegada a la puerta y entonces escuchó sus movimientos detrás de él, sus pasos acercándose lentamente.

- No se vaya, doctor. Por favor.

- Ya no lo soporto, Beatriz. - le dijo Armando sin girarse.

- Yo tampoco. - le respondió Betty descansando su frente en la espalda de él. Armando se giró y la abrazó.

- Yo se que usted me ama igual que yo la amo a usted. ¿No se da cuenta que nos está matando?

- No lo haré más - Le dijo sin soltarlo. - Lo amo.

- Y yo a usted tambien la amo - le dijo.

La miró a los ojos y pudo ver la gran batalla que se estaba librando dentro de ella. Quería besarla, moría por besarla. Se acercó levemente a su rostro, ella dudó por un segundo, pero luego se inclinó levemente hacia él, fue un movimiento fugaz, casi imperceptible, pero Armando no necesitaba más que eso, se acercó lentamente a sus labios y la besó.

Al principio el beso fue tímido, ambos se sentían como si se besaran por primera vez, pero luego Betty suspiró nerviosa y Armando sintió su aliento en su boca, la invadió por completo en un ávido beso. Nada los preparo para ese momento. De los labios de Betty se escapaban leves gemidos que enloquecían a Armando a medida que el beso se volvía más intenso.

- La amo, Beatriz. La amo - Le dijo en sus labios.

- Yo también lo amo, doctor.

El separó su rostro de ella y la miró con amor, feliz como hace mucho tiempo no lo era.

- No me diga más "doctor" ¿Si? - le dijo mientras acariciaba su cara, no podía creer que estuviera allí - o de lo contrario voy a tener que llamarla siempre a usted, doctora Pinzón.

- Está bien, don Armando. - Le respondió ella con timidez.

- No tampoco "don Armando" - le dijo riendo - a ver, repita después de mi - ella asintió - Armando.

- Armando.

- Yo lo amo a usted.

- Yo lo amo.

- A usted - a ella se le escapó una risa nerviosa y el corazón le dio un vuelco a Armando - Ay, esa risa, hace tanto tiempo no escuchaba esa risa.

Armando volvió a besarla, no podía evitarlo, estaba tan feliz de tenerla en sus brazos que pensaba que el corazón le iba a estallar.

Betty en cambio se sentía aterrada, todo esto le daba mucho miedo. Lo amaba, más que a nada en el mundo y ahora sabía que él también la amaba, pero tenía miedo de todo, ella ya se había hecho a la idea de que lo de ellos era imposible, su familia nunca la aceptaría, por mucho cambio de look y ropa elegante que se pusiera, sabía que para ella sería imposible cumplir las expectativas de doña Margarita.

Armando cubría su rostro de suaves besos, acariciaba su espalda y le susurraba que la amaba, ella lo abrazaba, se sentía feliz en sus brazos. De repente, él la sintió tensa, se puso rígida y se apartó de él rápidamente dejándolo parado frente a la puerta sin entender que pasaba. Cuando logró recuperar el sentido, don Hermes abrió la puerta y entró a presidencia.

- Papá, hola - dijo Betty muy nerviosa agarrando una carpeta de arriba del escritorio.

- Hola, mija - Saludó su papá animado, luego se giró a mirar a Armando de arriba a abajo muy serio - Buenos días, doctor Mendoza.

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora