Entre Cartagena y Bogotá - Parte I

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A menos de una hora de llegar a Cartagena sucedió algo que, si se lo hubieran dicho dos horas antes, Betty no lo hubiera creído. Su corazón volvió a sobresaltarse de emoción. ¿Sería posible? Con solo ver el mar volvió a sentirse viva, hace unas horas pensaba que moriría por la tristeza y el dolor, que se exiliaría para que nadie la viera sufrir. Tanta magestuosidad le causó una gran conmoción, estaba tan sorprendida con la reacción que produjo en ella, estaba sonriendo, estaba... ¿Feliz? Sí, estaba feliz. Ahora, ante la emoción que sentía en su corazón supo que estaría bien.

Catalina hablaba con ella, pero Betty aunque la escuchaba, era incapaz de retirar la mirada del mar.

- Betty ¿Me escucha? – Preguntó doña Catalina, ella solo asintió - ¿Le gusta el mar, Betty? – Le preguntó al ver su rostro sonriente por primera vez en muchos días.

- ¡Sí! Demasiado – Le respondió ella extasiada, incapaz de apartar la mirada del océano.

Poco antes de llegar al hotel la minivan se apartó de la carretera que recorria toda la orilla del mar obligando a Betty a apartar a mirada. Lo que más preocupaba a Betty en ese momento era que doña Catalina no supiera toda la verdad sobre lo que sucedió con ella en Ecomoda. Sabía que ella era muy amiga de los Mendoza y de los Valencia, lo último que hubiera querido era perjudicarla, ella había sido siempre muy atenta y le había tendido la mano en el momento más difícil de su vida de forma incondicional, sin hacer preguntas y sin pedir nada.

Catalina Angel era una mujer muy especial y Betty tenía que explicarle lo que arriesgaba ayudandola. Trató de hablar con ella desde que llegaron al hotel, pero doña Catalina estaba muy apurada y ajetreada, parecía que tenía el tiempo encima, no dejaba de hablar por telefono, una llamada tras otra, se movía de un lado a otro con gran agilidad, hacía varias cosas al mismo tiempo. Era obvio que necesitaba ayuda, pero Betty solo quería explicarle lo que había pasado, no quería meterla en problemas.

- Doña Catalina, parece que no me escuchara.

- Si, la estoy escuchando Betty, lo que pasa es que no tenemos mucho tiempo, nos están esperando.

- Si, pero yo no voy a quedar tranquila hasta que usted no me oiga, antes de seguir adelante con todo esto, usted tiene que saber algo y no me refiero a lo que pasó con don Armando. Me refiero a la empresa. Hice cosas indebidas.

- A ver, Betty. El haber salido con Armando ya fue algo indebido.

- Si, yo sé. Y eso lo voy a pagar toda mi vida.

- ¿Qué hizo con la empresa? ¿Hubo faltantes o algo así?

- No, yo no me quedé con un solo peso. Es más, la única que salió perdiendo fui yo. Por amor, hice cosas que jamás debí haber hecho. Doña Catalina usted tiene que saber a quien se trajo. Yo no soy la Betty que parezco ni la que creí ser. Es más, yo creo que, cuando me escuche, se va a arrepentir de haberme traido y me va a querer mandar en el primer vuelo a Bogotá.

Catalina la vió tan alterada y preocupada que decidió escucharla. Se sentó con ella en una mesa de la terraza del hotel - Venga, Betty, a ver. Usted está consciente de que no actuó bien ¿Verdad? – Betty asintió. – Bueno, parece que lo que tiene es un problema ético ¿Mmm?

- Sí, doña Catalina. Tengo la conciencia cargada y no creo que estar aquí, con usted, sea un premio a lo que hice.

- Esa Betty que está hablando es la Betty que conozco, en la que confío. – Le respondió Catalina riendo – Yo sé que me traje a una mujer que está pasando por un momento muy difícil en su vida.

- Por un momento no, doña Catalina, estoy hundida en el infierno.

- Ay, Betty. – Le respondió Catalina con un exagerado ademán señalando a su alrededor - ¡No me diga que esto es el infierno! Habíamos quedado en cambiar de ambiente ¿Se acuerda? En respirar un poco de aire puro, en que tenga un tiempo más para usted. Ahí está el mar, hay una ciudad maravillosa...

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora