Epílogo

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Armando frotaba los pies de Betty, dándole un masaje mientras ella estaba recostada en la cama amamantando a su bebé. La imagen de ella sonriente, con esa pequeña criatura en los brazos era para él lo más maravilloso del mundo, era mágico.

- Ni se le ocurra, doctor Mendoza – Le dijo ella en un tono de advertencia. Él la miró con cara de inocencia. – Yo ya le conozco esa mirada y eso no sucederá.

- Pero si yo no he dicho nada – Dijo él con exagerado aire de inocencia. – Aunque le voy a dar un consejo, doctora Pinzón. No me rete, mire que usted no es capaz de negarme nada a mi. Luego, si yo me aprovecho de eso, es por su culpa, porque usted me provoca.

- ¿Qué le provoco, doctor Mendoza? – Le dijo ella sonriendo con ternura.

- Me provoca volver a embarazarnos, porque a usted la maternidad le sienta de maravilla mi doctora. – ya no le masajeaba los pies, ahora acariciaba su pierna hacia arriba y hacia abajo, mientras cambiaba su tono de voz a uno mas tenue y seductor – Me encanta el brillo en tus ojos antes de que sepas que estas en estado, me encanta ver tu rostro cuando recibes la noticia de que estas embarazada, me fascina ver tu vientre crecer día a día, me derrito cuando te veo amamantar a nuestros hijos.

El bebé ya se había quedado dormido, ella se levantó y lo puso en la cuna, luego se giró hacia su esposo y lo abrazó mientras él la sujetaba por la cintura y le daba un beso en la boca.

- Doctor Mendoza, usted debe tener la casa llena de invitados. ¿No debería estar allá abajo atendiendo a todo el mundo?

- Pues, déjeme decirle que no, este príncipe azul fue amenazado por las dos princesas de disney ¿Cómo es que se llaman?

- Bella y Rapunzel.

- Esas mismas... no puedo bajar porque ellas quieren que yo baje con ellas cuando estén listas.

Betty se separó de él y lo miró de arriba abajo. Estaba hermoso con su traje de príncipe azul, pero algo extraño tenía en el pelo, notó varios destellos de luz.

- Mi amor ¿Qué tientes en el pelo?

- Pues, resulta que a Camila y Lucía se les ocurrió que ellas me arreglarían el pelo y cuando me estaban peinando a Lucía se le ocurrió la brillante idea de echarme brillantina. – Betty no pudo contener la risa, las niñas hacían con él lo que se les antojaba. A veces le sorprendía el nivel de influencia que tenían en él, era prácticamente imposible que se enojara con ellas sin importar lo que hicieran. – No te rías, mi amor, no es chistoso, tengo más de media hora sacándome brillantina de la cabeza.

- Bueno, no me río, pero te ves hermoso, eres el príncipe azul más bello de este planeta. – Luego lo miró de reojo y para molestarlo añadió mirando al bebé que descansaba plácidamente en la cuna – Después de Roberto, claro. - Betty salió corriendo hacia las escaleras antes de que él tuviera oportunidad de hacerla pagar por ese comentario.

Al primero que vió al bajar las escaleras fue a Jimmy, el hijo de Aura María, estaba molesto porque Freddy lo había obligado a ir al cumpleaños de Lucía con sus otros tres hermanos, Aura María tenía una cita con el doctor, por lo que ella y Freddy no podrían ir a la fiesta. Todos rogaban porque este fuera el último embarazo. Jimmy estaba recostado de la pared hablando por teléfono con alguna noviecita, era un muchacho muy bueno, pero la adolescencia lo hacía un poco rebelde, gracias a Dios Aura María se había casado a tiempo con Freddy, porque era la única persona a quien ese chino le hacía caso.

Luego saludó a su papá que bromeaba con Nicolás quien también había ido con sus dos hijos al cumpleaños y con su esposa claro, quien más que una amiga ya era para Betty como parte de su familia, mucho antes de que se casara con Nicolás. Pero eso es parte de otra historia, al igual que lo es la historia de Mario quien se encontraba en ese momento sentado en un sillón haciéndole alguna broma a la pequeña Angela que reía a carcajadas.

- Hola, Beatriz – La saludó Margarita - ¿Dónde esta Julia?

- Se está vistiendo arriba.

- ¿Y que se está poniendo? Yo le dije que le traería un vestido, lo que sucede es que tuve que pasar a recoger a los gemelos.

- ¿Marcela no viene?

- Se fueron a New York esta mañana, adelantaron el vuelo para provechar estos dos días antes de que entreguen el local el próximo lunes. Yo me voy a quedar con los niños. – Miró a su alrededor, buscando a los hijos de Marcela, cuando estaban separados eran unos niños muy juiciosos, pero cuando estaban juntos eran muy traviesos. – Bueno, me voy a llevarle esto a Julia.

Hacía casi cuatro años que había fallecido don Roberto, doña Julia se había autoasignado la labor de cuidar de doña Margarita durante su duelo que fue muy largo y doloroso. Doña Margarita cayó en una fuerte depresión tras la muerte de su marido, doña Julia solo decía "ella es familia", iba todos los días a su casa, la ayudaba a bañarse, a peinarse y a cambiarse de ropa, se encargaba ella misma de prepararle la comida y se sentaba frente a ella amenazando con no irse a su casa hasta que terminara de comer, poco a poco, Margarita fue saliendo de su depresión y con ello se hizo muy amiga de Julia, tanto que eran casi inseparables y claro, esta amiga venía en un paquete todo incluido "la familia Pinzón". Margarita comenzó por aceptar a Betty y a sus nietas Camila y Lucía que ya habían nacido, pero no compartían mucho con ella, hasta llegar a lo que tenían en ese momento, una relación de mutuo afecto familiar. 

Betty fue directo a sentarse en la mesa del cuartel, se había hecho costumbre en todas las reuniones y eventos encontrar, en un lugar estratégico donde se pueda ver todo el salón, la mesa de las chicas del cuartel. No importaba si acudían solas o acompañadas al evento o reunión, esa mesa con siete sillas era exclusiva para ellas. Las chicas hablaban muy animadas sobre sobre el escandalo que había armado la esposa de Gutierrez en la empresa el día anterior.

Un rato mas tarde, luego de que las niñas y Armando hicieran su majestuosa entrada con baile inluido, llegaron los animadores infantiles y se fueron con todos los niños a la parte del jardín destinada a la fiesta, mientras los adultos compartían al otro lado, diviertiendose viendo a los niños jugar. Betty fue a la cocina por refrescos y Armando la siguió.

- Mi vida – Le dijo abrazándola por la espalda y besándole el cuello - ¿A que hora se acaba esta fiesta?

- Mi amor, pero si acaba de comenzar ¿Cuál es la prisa?

- Es que, no sé, tengo deseos de estar a solas, abrazarte, besarte.

- ¿Darme un masaje?

- Yo hago lo que me digas, mi princesa.

- Lo tendré en cuenta – Le dijo ella mientras él la estrechaba entre sus brazos y se besaban con amor.




FIN

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora