Lo que nosotros tenemos

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Al día siguiente antes de ir a su oficina, Armando se dirigió a la oficina de Mario, se sentó con la cabeza hacia atrás, tenía una migraña terrible. Su amigo no había llegado aún, así que se sentó a esperarlo. No quería ir a su oficina, allí estaría Betty y él no sabía cómo actuar delante de ella. No sabía cómo le iba a contar a Mario lo que pasó la noche anterior, pero la verdad es que no tenía opción, necesitaba ayuda, necesitaba que Mario le dijera que hacer. ¿Qué pasaría si Betty renunciaba? Mario tenía que ayudarlo a convencerla de que no se fuera.

- Buenos días, señor presidente. – Lo saludó Mario al entrar a la oficina y verlo cabizbajo con cara de circunstancia. - ¿Pasó algo? – Armando lo miró pero no dijo nada, su expresión decía mucho y nada al mismo tiempo. Mario se preocupó – Hermano ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara?

- Hermano, ayúdeme. Ayúdeme, por favor, necesito ayuda.

- ¿Qué le pasa, Armando? Cálmese. - Le dijo mientras se sentaba frente a él.

- No se por donde comenzar – miró a Mario que se estaba impacientando. – hice algo terrible, hermano. Y creo que ahora si estamos en problemas con Betty.

- ¿Cómo así? ¿Usted que hizo?

- Figúrese que anoche cuando estábamos aquí revisando los contratos la llamó Nicolás, que la estaba esperando en la casa, que no se qué. – Lo miró dudoso, no estaba seguro de cuanto contarle a Mario de lo que había pasado. – Entonces, ella vino a preguntarme que si nos faltaba mucho. Ella quería irse a cumplirle la cita al tal Nicolás y yo... pues me preocupé. Ese tipo está interesado en ella, Mario.

- Bueno, tanto como estar interesado en ella no lo creo. Pero si puede estar interesado en la empresa, tenemos que ver que vamos a hacer con eso, porque como usted se niega a enamorarla. – Armando desvió la mirada de una manera que llamo la atención de su amigo - ¿Qué? ¿Se lo está pensando? ¿Tan grande fue el susto que cambió de opinión?

- ¿Cómo le digo yo esto a usted? – Bueno, lo mejor era soltarlo y ya. – Es que anoche, mientras trataba de entretenerla para que no se fuera a cumplirle la cita a Nicolás Mora... - Cerro los ojos – La besé.

- ¡Prefecto! Esa es la actitud, sin titubeo. Nosotros tenemos que hacer lo que sea para mantener a Betty controlada. – luego hizo una pausa y se rió, primero disimuladamente, pero luego, al ver la cara de tragedia de Armando, no pudo evitar reírse a carcajadas. - ¿Y qué sintió? ¿Traumatizante? ¿Horrible?

Armando no aguantó más las burlas de su amigo y se fue enojado a su oficina dejando a Mario doblado de la risa en su asiento. Llegó a presidencia, sabía que Betty ya había llegado, siempre lo sabía. Ella lo primero que hacía al llegar era organizar su escritorio, ponía todo ordenado simétricamente. Así era como él se daba cuenta de que ella había llegado. Se paró frente a su puerta. Dio varias vueltas en la oficina. ¿Qué hacía? En algún momento tendría que verla a la cara. Estaba parado otra vez frente a su puerta, cuando ella abrió la puerta.

- Buenos días, doctor. – Lo saludó Betty como todos los días.

- Buenos días, Betty ¿Cómo amaneció?

- Bien, bien, doctor ¿Y usted?

- Bien.

- Me imagino que como enguayabadito ¿No? – le dijo ella, riéndose.

- No, no mucho ¿Sabe que? Amanecí como bien. – le respondió Armando sin quitar la vista de los documentos que tenía en la mano, en realidad no los estaba leyendo. Solo no quería mirarla a ella.

- Porque ayer tomó mucho doctor – le decía ella sin parar de reírse. Su risa lo estaba molestando.

- Si, mucho.

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora