La noche entera con usted...

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Había pasado una semana desde que había hecho el amor con Betty. Una semana desde que había hecho el amor y punto. Trataba de no pensar mucho en ello pero era imposible. Él siempre había sido un hombre muy activo sexualmente, nunca tuvo problemas en acostarse con Marcela independientemente de quien fuera su amante de turno. Tenía sexo frecuentemente con Marcela o cualquier otra.

Pero desde que hizo el amor con Betty todo cambió. Ya no tenía deseos de acostarse con nadie, ni con Marcela, ni con ninguna de las modelos del oráculo de las diosas que tenía Mario en el computador. Era cierto que estaba muy estresado, que la colección, la junta directiva y el matrimonio lo tenían muy preocupado, intentaba tranquilizar a Marcela con esa excusa, también la usaba para despistar las sospechas de Mario. Pero no podía mentirse a sí mismo, sabía que algo pasaba con él, quizás la culpa y el remordimiento no le permitían ser el de siempre, sin embargo, no era del todo cierto lo de su falta de deseo sexual. Eso le preocupaba.

En los últimos tres días pudo contar por lo menos seis veces en las que sintió una punzada de deseo. El problema era el momento en que llegaba esa sensación. Siempre era con Betty. En varias ocasiones se había quedado a dormir en el apartamento de Marcela, la abrazaba y ella lo besaba pensando que esa noche habría acción, pero nada, no pasaba nada. También había ido al showroom a ver a las modelos practicar la coreografía que Hugo estaba organizando para el lanzamiento de la colección. Nada, ninguna de esas mujeres era capaz de despertar en él ni un mal pensamiento, y vaya que se esforzaban.

En cambio... esa misma mañana, mientras le daba instrucciones a Betty sobre todo lo que tenían que llevar a la reunión que tendrían esa mañana en el club con la asociación de textileros, ella estaba sentada frente a él en el escritorio, él observó por el rabillo del ojo que ella había parado de tomar nota por lo que alzó la vista de su mano a sus ojos y listo, eso es lo único que ella tiene que hacer para que él se perdiera, no dice nada con su boca, pero sus ojos lo dicen todo. Él está seguro de que esa mirada que cada día se le hacía más familiar le decía que lo deseaba y él en esos cortos momentos no podía contener el deseo de estar con ella, de volver a hacerle el amor. El corazón le palpitaba rápido y una sensación que le cortaba el aliento le crecía entre el pecho y el estómago. Si por casualidad a ella se le ocurría tener los labios entreabiertos en esos momentos era peor, él tenía que salir huyendo de donde estuvieran para contener las ganas de besarla y hacerla suya. Era como si en su mirada pudiera revivir todo lo que pasó el día de su cumpleaños en la oscuridad de aquella habitación.

Betty se sentía muy extraña, no sabía cómo comportarse, le aterraban casi todos los escenarios posibles de su relación con don Armando. El día siguiente a su cumpleaños escuchó a Mariana decir que doña Marcela ya sabía que don Armando tenía una amante y que solo era cuestión de tiempo para que la descubriera.

No quería que las personas se dieran cuenta de lo que ellos tenían por muchas razones, primero porque eso pondría en riesgo la empresa. Si doña Marcela se enteraba de que ella era la amante de don Armando cancelaría el matrimonio y de inmediato su hermano Daniel pediría que se dividiera la empresa lo que podría destapar algo mucho peor, que la empresa estaba en manos de ella. Segundo porque se moriría de la vergüenza. ¿Qué dirían sus amigas? ¿Qué diría su papá? ¿Qué dirían los papás de don Armando? No, nadie podía enterarse de lo que ellos tenían. Ella no tendría cara para mirar a su papá a la cara si él se enteraba de que ella tenía una relación con un hombre comprometido y que además era su jefe.

Por eso había decidido mantener las distancias en el trabajo y esperar a la siguiente semana, cuando les tocara la noche de los dos, para dar rienda suelta a su amor, no hablaba de su relación en la oficina, trataba de concentrarse en el trabajo, aunque no siempre era fácil, más de una vez había estado a punto de sucumbir ante el deseo de besarlo, de abrazarlo, de decirle que lo amaba. De hecho en una ocasión casi lo hizo.

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora