¿Desde hace cuanto me ama, don Armando?

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Aura María no estaba en su puesto de trabajo, le dijo que había llamado a Betty a su celular y que estaba apagado, también la había llamado a su casa y no sabían nada de ella. Él les dijo al cuartel que iría personalmente a esperarla a su casa y las notó muy preocupadas pidiéndole que se calmara, que seguirían tratando de contactarla. Las secretarias podían decirle lo que quisieran, él no les creería, ellas si sabían donde estaba Betty, sabían a donde se había ido con el francés, pero no le querían decir. Seguro imaginaban que él le arruinaría la noche y tenían razón. Ya tenía claro que ellas no lo ayudarían, así que se encerró en su oficina, con el número de celular que le había dado Aura María, la llamó varias veces, pero tal como le dijeron, lo tenía apagado.

Deambulaba de un lado a otro de la oficina, desesperado, a cada minuto que pasaba su preocupación era mayor, ese tipo trataría de comprometerla esa misma noche, de seguro estaba tratando de asegurarse de que se fuera con él. Pero el francés ese no estaba ni tibio si pensaba que podía aparecerse en su empresa y llevarse a su mujer así nada más. Él no se quedaría de brazos cruzados, así tuviera que irse a la casa de ella y sentarse a esperarla hasta que llegara. Volvió a llamarla varias veces, pero su teléfono continuaba apagado.

- Esta bien, Beatriz, perfecto ¿Quiere que sea así? Pues me voy para su casa. – Dijo sacando la bolsa donde guardaba las tarjetas y regalos que le había hecho. Comenzó a sacar todas las tarjetas que escribió Mario para echarlas a la basura, solo dejaría las que él mismo le escribió – Le voy a mostrar que yo sí le he escrito verdades. Va a ver, Beatriz, yo a usted no le mentí.

- ¿Cómo está don Armando? – Dijo Inesita entrando por la puerta que conducía a la sala de juntas justo cuando él terminó de separar las tarjetas.

- Evidentemente, no estoy bien, Inesita. – Le respondió muy serio.

- Cálmese, don Armando ¿Si? Cálmese. Porque, si no, aquí va a haber una tragedia.

- Vea, pero ¿Cómo hacemos, ah Inesita? Yo necesito hablar urgentemente con Beatriz y ustedes me estan ocultando su paradero. Entonces, ok, yo me voy para su casa y me quedo esperandola hasta que aparezca.

- No tendrá que esperarla mucho, don Armando. – Le dijo pausadamente la mujer sentándose frente a él – Ella está en su casa. Y se lo advierto porque, de todas maneras, la va a encontrar allí. Pero quiero que usted me prometa algo: que no va a cometer ninguna locura.

- ¿Ella está con él? – Se atrevió a preguntar. El corazón quería salírsele del pecho, temía tanto la respuesta de Inesita, porque sabía que si estaba con él en su casa era porque estaba pensando irse a Cartagena.

- Si, se lo está presentando a la familia.

No pudo evitarlo, la desesperación se apoderó de él, ahora estaba seguro de que ella tenía intenciones de abandonarlo otra vez. Golpeó varias veces la mesa por la rabia que le provocaba la impotencia que sentía en ese momento.

- Por favor, cálmese – Le suplicó Inesita – Por amor a Dios, cálmese y escúcheme. Si usted no quiere terminar mal, este es el momento de que agarre las riendas de su vida y la maneje mejor que nunca. Usted tiene muchas desventajas frente a él. Mire, un errorcito así de pequeñito será su propio entierro.

- ¿Pero que pretenden, Inesita? Cuando digo que me voy para la casa de Beatriz, entonces todo el mundo dice que obre con calma, que no haga locuras, que obre con mesura, mejor dicho, que se la entregue a ese tipo, pues.

- Yo nunca estuve de acuerdo en que se le negaran a usted las cosas, por eso fui la primera en decirle que ella va a renunciar, por eso estoy aquí, don Armando, pero tampoco culpe a las muchachas. Betty les hizo prometer que no le iban a contar a usted de su paradero. Ellas creen que él es lo mejor para Betty y que debe irse.

YSBLF - Un amor para la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora