Emell
— ¡Vete de mi casa ahora mismo! ¡Lárgate!
Mi vista estaba nublada y mis oídos aturdidos, mi papá no dejaba de gritarme mientras mi mamá tapaba los oídos de mi hermana que lloraba desconsoladamente al igual que ella, ambas por mi culpa.
— P-pero papá, soy t-tu hijo — mi voz sonaba débil, cortada e insignificante.
Yo también lloraba y mis manos temblaban, tenía miedo, miedo de perderlo todo.
— ¡No, no te atrevas a decir eso! ¡Yo no tengo por hijo a ningún maricon sinvergüenza!
Las venas en su cara saltaban a la vista, la furia en sus ojos podía derramarse en cualquier momento. Iba a golpearme, otra vez.
— ¡Mamá! — me puse de rodillas ante ella y me aferre a sus piernas, aún llorando — Mamá por favor, te lo ruego, no tengo a donde ir.
Mi mamá me vio a los ojos y al instante desee que no lo hubiera hecho, en su mirada había ¿decepción? ¿miedo? ¿odio? ¿asco? Tal vez un poco de todos.
— Vete, vete de aquí. ¡Vete no te quiero ver, tu ya no eres mi hijo, mi hijo no es ningún marica!
Lo había esperado de cualquier otra persona, pero no de ella. ¿No se supone que una madre debería amar a su hijo a pesar de todo?
— ¿Mami? — mi voz termino de quebrarse, estaba rota, como todo lo demás en mi en ese momento.
— ¡Que te largues de una maldita vez! — mi papá me tomo del cabello y me arrastró hasta la puerta — ¡Te lo dimos todo! ¿Es así como nos pagas? ¡Saliendo maricon!
— ¡Al menos déjame tomar algo de ropa! ¡Papá, por favor!
— ¡No, nada sale de está casa, todo te lo dimos nosotros! ¡No vas a llevarte una mierda!
Me saco de un empujón por la puerta delantera, caí de golpe en el asfalto mojado, lo último que vi fue a mi papá cerrar la puerta en mi cara sin siquiera mirarme.
Con las fuerzas que me quedaban me pare del piso y comencé a correr a la estación de autobuses, sabía que quedarme tirado ahí no era una buena opción.
Llore y seguí llorando, respirar dolía, en ese momento hasta vivir dolía.
Tomé el primer autobús con destino a Orlando, tenía dinero de mi liquidación en mi trabajo de verano, sería suficiente por ahora.
Los edificios a mi alrededor comenzaron a desvanecerse, mis ojos ardían así que poco a poco fueron cerrándose hasta que decidí quedarme dormido.
Con un dolor agudo en mi pecho, los bolsillos vacíos y la vida completamente destrozada.
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La teoría del caos.
Ficção AdolescenteEmell; un chico con amabilidad de sobra y bastante simpatía, una vida poco acogedora y una gran sonrisa siempre. Anther; un joven con un complejo de superioridad demasiado grande, superficial y egoísta. Hasta ahora sus vidas tienen cierta proporci...