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Meses después;

Emell

— ¡La, la, larala, la, larala larala!

Mi abuela despertaba cada mañana entonando una tonada distinta mientras hacia el desayuno, escuché sus pasos y después la puerta de mi cierto abrirse lentamente.

— ¡Emi! Ya es hora de despertarte cariño, llegarás tarde a tu primer día de clases. ¡Arriba pequeño flojo!

Me revolví en mi cama sin ganas de levantarme, era tan cómoda, me quite lentamente las cobijas de la cara para que mis ojos se acostumbraran a la luz que ya entraba por mis ventanas.

— Si, si, ya voy abue — me pare de un brinco que me hizo marearme un poco, le di un beso en la mejilla a mi abuela y ella sonrió — me alistare en un segundo.

— No te tardes mucho en la ducha y no te olvides de desayunar, el desayuno es muy importante.

Mi abuela salió de mi habitación mientras seguía tarareando, me di un baño rápido y mientras terminaba de hacer mis necesidades me preguntaba que ropa podría ponerme, aunque me pusiera algo genial aún así no iba a destacar. Termine por elegir unos jeans negros y una camisa rosa con el estampado de los Simpson.

— Que infantil — sonreí mientras miraba mi ropa — duh, así me gusta.

Baje corriendo y salte los últimos escalones como siempre hacia y me deje caer en la silla más cercana. Había tocino en mi plato y junto a el había una cosa negra que intente desifrar que era durante un rato, mire a mi abuela extrañado. 

— Um, se quemó un poco el omelette. Cometelo

— Se ve raro — dije mientras lo picaba con mi tenedor — ¿Y si muero?

Ella soltó una risita y me miró.

— ¿Raro? Lo dice el chico con una camisa de monitos amarillos y un zapato de diferente color.

— ¡Hey! Los Simpson son mi caricatura favorita y respecto al converse, no encontré el par.

— Cuando eras pequeño tu caricatura favorita era My little pony.

— ¡Abue! No me recuerdes eso por favor, ahora soy más maduro.

En realidad aún veía My little pony los fines de semana pero no había necesidad de que alguien más lo supiera.

Termine el desayuno e intenté dejar el omelette a un lado sin ser descubierto, cepille mis dientes y al terminar tomé mi mochila y salí corriendo a toda velocidad, al llegar a la reja volteé a la casa una vez más y mi abuela me miraba sonriendo desde la puerta. Regrese hasta ella y la abrace con mucho fuerza para después darle un gran beso en la mejilla.

— Te quiero mucho abue — le dije casi en un susurro porque esas palabras eran solo para ella.

— Yo te quiero más Emi, suerte cariño.

Corrí de nuevo hacia la puerta y está vez salí por ella muy contento.

Esa mujer no solo era mi abuela.

Ni la mujer que me había acogido como si yo fuese lo más preciado que tenía.

Ni la que había curado mi destrozada vida.

Ella lo era todo, lo era todo para mí.




















Al fin pude actualizar, que felicidad.♡

Bueeeeeno, si has llegado hasta aquí ¡Gracias! Tienes todo mi amor.♡

La teoría del caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora