Bonitas manos, ¿me las prestas de collar?

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Luego de darme una ducha porque había sudado a chorros, salí de mi departamento para dirigirme al de Abby

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Luego de darme una ducha porque había sudado a chorros, salí de mi departamento para dirigirme al de Abby. Su edificio era el ocho de dieciséis y estaba por la parte de atrás, justo enfrente de donde solía sentarse a escribir.

Iba a ir a casa de Abby, Dios mío.

Marqué el número de su piso por el comunicador y luego me troné los dedos, estaba nerviosa, lo confieso.

— ¿Hola? —contestó un hombre.

¿Su hermano?

—H-hola... —musité, luego me aclaré la garganta y traté de hablar más fuerte—. ¿Está Abby?

— ¡¡Abby!! —gritó, y pegué un brinco porque no me lo esperaba—. ¿Quién la busca?

—Lily —respondí de inmediato.

—Lily... Lily... ¿con la que habla cada tarde?

¡¿Le había hablado de mí?!

— ¿Le ha hablado de mí?

—Sí, es que no tiene muchos amigos y lamentablemente se desahoga conmigo —bromeó, creo.

—Ah... je, je...

— ¡Cállate, Adrián! ¡Hola, Lily! Sube, sube, ya te abro —esa era Abby, y luego de decir eso la puerta junto a mí se abrió y me despedí antes de entrar. Lo que era tonto porque iba a verla en unos minutos.

Subí las escaleras casi corriendo hasta que llegué al tercer piso. Ella ya estaba en su puerta y me saludó con la mano. Le devolví el gesto y caminé hacia ella mordiéndome el labio.

—Hola...

—Holis, disculpa a mi hermano, es un tonto.

— ¡Respétame! —gritó alguien desde adentro.

— ¡Empezaré a hacerlo cuando dejes de comprar pasta dental de bebé para comértela!

— ¡Yo no hago eso!

—Él si lo hace —murmuró Abby hacia mí—. Pero bueno, pasa, pasa.

Hizo un ademán con la mano y me adentré a su casa, divertida por el intercambio de hace unos segundos. El hombre que había estado gritando estaba en la cocina con un delantal batiendo algo en una taza enorme. Tenía lo que parecía un poco de harina en la cara, el cabello y el delantal. Lo saludé con la mano.

—Hola... yo no me como la pasta dental de bebé —se apresuró a aclarar y yo me reí.

—Está haciendo un pastel, no le duró mucho lo de comer saludable —informó Abby. Yo no sabía que decir, estaba muriendo de pena, nervios y emoción por dentro.

—Que conste que lo intenté —bufó su hermano, empezando a batir de nuevo—. Preséntame, maleducada —le dijo a Abby.

—Lily, mi viejo hermano Adrián. Viejo, Lily.

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