Se celebra en el obelisco

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Abby Harris

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Abby Harris.



No podía dormir.

Mi cama estaba vuelta un desastre de tantas vueltas que había dado en ella, y mi cabello, ni se diga.

Me acomodé boca abajo y enterré mi cara en la almohada. Toribio estaba bien dormido en la alfombra de mi cuarto. Quien pudiera dormir así.

Ya había pasado una semana.

Y yo, por alguna razón, estaba de mejor humor.

Ahora solo estaba esperando por Lily. Aunque me daba miedo que ella no me buscase, o que simplemente se hubiera cansado y hubiese decidido no seguir con esto.

Ya tenía todo claro, solo le diría que me gustaba, y ya. Ya vería qué hacía después.

Intenté, una vez más, dormirme. Pero mi intento se fue al caño cuando escuché unos golpecitos en mi ventana.

Ya valí.

Me senté sobre la cama, medio asustada, porque era una cobarde, y miré a Toribio que seguía quietecito en su lugar. Mi ventana tenía cortina, así que no pude ver nada. De todas formas, no podía ser nada, vivía en el tercer piso.

Me puse de pie, y ahí Toribio sí despertó, buscando meterse entre mis pies.

—Si no te quitas, vas tú a ver —le dije, pateándolo sin fuerza, y casi pareció que me miró mal antes de subirse a mi cama—. Te quiero, perdón.

Se dio la vuelta, y no me miró más.

Me amaba, lo sé.

Caminé hasta la ventana y corrí la cortina súper rápido, solo para acabar con eso rápido. No planeaba abrirla, y gracias al cielo que no lo hice, porque una piedrita chocó contra mi ventana y del susto me hizo apartarme.

Luego, otra y otra.

Me acerqué de nuevo y abrí la ventana solo un poquito para acércame. Una piedra entró a mi habitación, casi me daba a la cara.

Miré hacia abajo, y ahí estaba Lily.

— ¡¿Qué te pasa?! —chillé en un siseo.

Eran como las dos de la madrugada. ¿Estaba loca o qué?

— ¡¡Baja!! —respondió de la misma manera.

—Son las dos de la mañana.

— ¡No puedo dormir! Baja ahora o no te busco más.

Uy.

— ¿No podías llamarme por el teléfono?

— ¡¡Lo tienes apagado, tonta!!

Ah.

— ¡¡Ya voy, cierra la boca!!

Me aparté de la ventana y volví a cerrarla. Pegué mi espalda a la pared y me llevé una mano al pecho donde mi corazón latía desbocadamente.

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