Ellie, la fuente del chisme

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Ellie Backer

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Ellie Backer



Es que yo no buscaba el chisme. ¡El chisme iba a mí!

No había hablado con Marco, porque, como siempre hacía cuando le pasaba algo, estaba huyendo de nosotros. Y tampoco había hablado con Luke porque no lo había visto, pero él solito llegó a la puerta de mi casa.

— ¡Bebé Luke! —chillé en cuanto lo vi y le apreté las mejillas—. ¿Cómo estás?

—Respirando —bromeó, o eso creí.

—Anda, pasa, pasa.

Lo tomé del brazo y tiré de él para meterlo a la casa.

Todo estaba... silencioso, como siempre. Mis padres tenían más trabajo que vida y yo vivía, prácticamente, sola en esa enorme casa. Era aburrido y triste a veces, pero me las arreglaba. Por eso me gustaban las visitas, así no me sentía tan sola.

Podía contar con una mano las veces que Luke había ido a mi casa, así que supuse que necesitaba hablar con alguien. Usualmente acudiría a Marco o a Lily, que eran sus mejores amigos, pero supuse que no lo hizo por como estaba la situación. Y Ellie sieeeeempre de última opción.

Pero, al menos tendría el chisme. Era lo bueno.

Lo llevé al fuerte de almohadas y cobijas que llevaba horas haciendo en la sala, solita, y casi lo obligué a meterse.

Pensé que se burlaría, pero Luke era igual de tonto que yo.

—Esto habría quedado mejor con mi ayuda, definitivamente —fue lo que dijo.

—Cállate. Hice un excelente trabajo —y justo cuando lo dije un cojín que hacía de pared se cayó.

— ¿Decías...? —Se burló. Yo me tiré con los brazos abiertos en el suelo que tenía otro montón de cobijas, almohadas y peluches. Suspiré.

—Me voy a dar de baja de la vida, te lo juro.

Él no dijo nada y se dispuso a acomodar lo que se había caído, y otras cosas que también estaban próximas a caer. En agradecimiento le llené la cara de besos y luego volví a echarme en el suelo.

—Entonces ¿a qué viniste? —fui directa al grano.

— ¿No puedo venir a visitarte? —intentó desviar y yo lo miré mal. Terminó suspirando—. Supongo que estás enterada de lo que pasó.

—Define «lo que pasó» —me hice la loca.

—No te hagas la loca que tú eres la fuente del chisme —reprochó. Tenía razón.

— ¿Qué tú y Marco se besuquearon? Si, si sé —Me encogí de hombros, él abrió la boca para hablar pero lo interrumpí—. Y no digas que no fue una besuqueada porque si fue una besuqueada. Ya me enteré que le seguiste el beso, imbécil.

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