Hay drama. ¿No amas el drama? Yo amo el drama

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Lily Anderson

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Lily Anderson.



El abandono de mi padre jamás supuso un problema para mí.

A raíz de eso no sentí que todos me abandonarían. Creo que influyó en eso el hecho de que jamás llegué a conocerlo. Lo que sí era un problema para mí, era que, a pesar de los años, yo sí recordaba cómo fue ver sufrir a mamá. Creo que ella lloró hasta que yo tuve siete años. Y por lo general una no debería recordar muchas cosas antes de los cinco años, pero yo recordaba, más que todo, el llanto de mamá. La recordaba acostándome a dormir con un beso en la frente y luego, debido a que en ese entonces no vivíamos en el mejor lugar, podía escuchar su llanto del otro lado de la pared.

No teníamos demasiado dinero pero aun así trabajaba, estudiaba y se encargaba de conseguir una niñera (realmente no muy confiable, pero nunca se lo dije) para mí. Nunca me atreví a siquiera culparla por haberme tenido. No la culpaba por haber escogido mal ni haber puesto toda su confianza en un hombre. No podía hacerlo porque incluso después de todo eso estábamos bien. Mejor que bien. Ella estaba con un hombre al que amaba, vivíamos en un buen lugar, yo tenía una novia y amigos.

Si le quitaba el hecho de que, de vez en cuando, estaba empezando a tener crisis existenciales, todo iba bien.

Pero al verlo ahí, tan tranquilo y sin remordimientos, lo único que se me antojó hacer fue gritarle. No por mí. Por mamá. Quise reclamarle. Quise insultarlo. Incluso quise golpearlo. Me parecía ridículo que, la primera vez que lo viese, fuese así. Al menos me imaginaba la primera vez con él de rodillas suplicando perdón. No conmigo anonada en mi lugar por estar viéndolo a lo lejos.

Abby estaba hablando, hablando demasiado. Pero no la escuchaba. Aunque creo que estaba enumerando las razones lógicas por las que no debía ir. Y por primera vez desde que la conocí no estaba prestándole atención y no iba a hacer lo que me estaba diciendo.

Me preparé para empezar a caminar y apartarme de Abby. Formé todo un discurso en mi mente con demasiadas groserías incluidas en cuestión de segundos. Pero no me moví. No alcancé a hacerlo.

No se preocupen. A ninguna la atropelló un auto.

Por suerte nos manteníamos en la acera.

Lo que pasó fue que, sin que yo me diera cuenta, una mujer con una bebé había entrado al local. Esa misma mujer se sentó al lado del hombre que se suponía que era mi padre, le plantó un beso en la boca y le entregó a la bebé. Bebé que él recibió alegremente. Mi cerebro se reinició cuando lo vi dándole un beso en la frente y haciendo muecas para ella.

¿Era en serio?

La escritora de mi vida era una hija de puta.

Fue ver esa escena lo que me hizo apartar la mirada, asqueada, y por una vez en todo ese rato me concentré en Abby. No me di cuenta de que la había asustado, pero lo supe cuando vi la preocupación en su rostro y como no dejaba de hablar, pero no le entendía nada. Creo que ni siquiera ella sabía lo que estaba diciendo.

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