Se nos fue la mano... literalmente

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Lily Anderson

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Lily Anderson.



Mi primera noche durmiendo con Abby me la imaginaba un poco más... no sé, ¿romántica?

Pero no fue así.

Ese día mi mamá tenía guardia por la noche, así que muy amablemente le pidió-ordenó a mi novia que se quedara conmigo. Abby aceptó, pero había pasado todo el día de aquí para allá con su hermano con cosas que debían hacer, así que cuando apenas tocó mi cama, se quedó dormida.

Y yo seguía teniendo insomnio, así que no podía dormir.

Hasta durmiendo se veía bonita. Tenía todo el cabello en el rostro y la boca abierta, sí, pero igual se veía preciosa.

Estuvo haciéndose el chequeo mensual o algo así dijo, y también fue al oftalmólogo porque tenía mareos y dolores de cabeza, y se había hecho exámenes y todo estaba bien. La tonta necesitaba lentes.

Se los entregarían en una semana. Eso la tenía nerviosa, pero seguro que se veía el triple de guapa con lentes puestos. Me encargué de decírselo el tiempo que estuvo despierta.

¿Se enojaría si la despertaba?

Recuerdo que una vez vi algo que decía «llámame en la madrugada y me enamoras» y Abby comentó «a mí me llamas a esa hora y te mando a la verga». Así que no sabía que pensar.

Pero, bueno. Sin miedo al éxito.

—Abby —susurré y le pinché un brazo, emitió un sonido—. Amor...

—Mhm...

— ¿Estás dormida? —pregunté, je.

—Sí —respondió ella, luego abrió los ojos de golpe—. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

Se sentó en menos tiempo del que yo había tardado despertándola y me miró aun con los ojos entrecerrados y el cabello en el rostro, como esperando lo peor.

—Estoy bien —murmuré.

—Ah... —Se volvió a acostar y cerró los ojos, pero los volvió a abrir un segundo después—. Espera ¿ya es de día?

—Creo que han de ser la una de la madrugada —respondí.

—Tú no tienes cara de haber estado durmiendo —dijo con la voz pastosa.

—No puedo dormir —dije en voz baja.

—Lily, nos acostamos a las diez. ¿No has dormido nada desde entonces?

—No —respondí, apenada.

— ¿Por qué no me llamaste antes?

Fiu.

—Sé que estás cansada...

—Y también se supone que te estoy cuidando —Frunció el ceño—. ¿Qué haces cuando no puedes dormir? —cuestionó.

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