Se juntó el ganado

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Abby Harris

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Abby Harris



— ¿Si sabes manejar? —le pregunté a Luke subiéndome al auto.

—Obvio, sino Liliana jamás me habría confiado su carro. Lo quiere más que a su hija —dijo y yo giré a verlo—. Bueno, no, pero si quiere mucho su carro.

Habían pasado cosas inesperadas.

El día anterior cuando se suponía que Lily iría a mi casa, jamás llegó. Le había mandado varios mensajes pero no contestaba ninguno, así que cuando pensé ir a su casa, su mamá me llamó y me contó que se había caído por las escaleras.

Entré en crisis.

Luego fui al hospital donde su mamá trabajaba, que es donde estaba Lily, y descubrí que se había fracturado la muñeca.

Según ella, un ratón gigantesco le pasó entre las piernas y se asustó.

Yo seguía llorando del susto.

Esa mañana la habían llevado a su casa, y cuando fui a verla Luke estaba ahí. Era incómodo, pero era su amigo así que debía acostumbrarme.

Lo que no imaginé es que Liliana nos enviaría a hacer las compras precisamente a nosotros dos. Y por la sonrisa enorme que tenía, creo que sabía cosas y lo hizo a propósito. De todas formas no podía decir que no.

Así que ahí estaba. En un auto con Luke.

El silencio era incómodo, porque a ninguno le agradaba el otro y lo sabíamos aunque ninguno de los dos lo hubiese dicho en voz alta.

Ya llevábamos varios minutos en la carretera cuando él habló, tomándome por sorpresa.

—Eh, Abby... creo que deberíamos intentar llevarnos bien. Ya sabes, por Lily. Y por nosotros.

Fruncí el ceño aunque aún no lo miraba, seguía con la vista en la ventana.

—No comprendo por qué te desagrado —murmuré.

—No es que me desagrades... bueno, antes sí —confesó—. Pero es porque creí que solo estabas jugando con Lily.

—Yo no haría algo así —me defendí, esa vez volteando a verlo.

—No lo sé. Yo solo no quería que Lily pasara por lo que yo. ¿Entiendes?

Un corazón roto.

Asentí ligeramente con la cabeza.

—Pero ahora están juntas... así que quizá saqué conclusiones apresuradas sobre ti —murmuró repiqueteando los dedos sobre el volante—. ¿Por qué yo no te caigo bien?

Apreté los labios, porque lo mío no era una razón coherente.

Seguro creía que era una tonta.

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