Así no es como pensé que moriría

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Lily Anderson

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Lily Anderson.



Ellie llevaba una semana sin ir a clases.

El primer día, no lo noté. Más que nada porque no estábamos en el mismo salón y desde que habíamos peleado no comía en la misma mesa que nosotros. O sino era ella, era yo. Pero ya no nos sentábamos juntas. El segundo día, tampoco. Ni el tercero. Estaba tan enojada con ella que ni siquiera lo noté al cuarto. Solo me di cuenta de ello porque Perla me lo dijo.

—Y... me parece que tú podrías ir y hablar con ella ¿eh? —intentó sugerir la pelinegra. Me había encontrado con ella en los baños y me retuvo cuando intenté salir para decírmelo.

No sabía exactamente en qué podía ayudarle yo.

—Pero ustedes son mejores amigas.

—Sí, pero yo ya no sé qué hacer. Y ustedes... se entienden —dijo, haciendo un ademán con la mano—. ¿Por favor? —insistió.

Yo era demasiado orgullosa, solo podía pensar en que la que tenía que disculparse era ella, no yo. Y ella también lo era, así que tampoco iba a disculparse. Me conocía. La conocía. Podía caerse el mundo pero ninguna iba a disculparse. Luego de un tiempo, cuando nos pareciese suficiente de evitarnos, volveríamos a hablar como si nada hubiese pasado. Así era siempre.

—Perla, yo no...

—Sé que ustedes pelearon —me interrumpió—, pero quizá si vas y hablas con ella hasta se disculpa. ¿Sí? Anda.

Hasta me hizo ojitos.

Pobre Matthew. Seguro lo convencía para hacer cualquier cosa así.

Acepté, finalmente. Y lo hice por Perla, no por Ellie. Que conste.

Abby no estuvo muy contenta cuando, al salir de la escuela, le dije que no me iría con ella porque iba a casa de Ellie. A mí tampoco me agradaba la idea, para ser honesta. De por sí ella ya estaba enojada desde la mañana porque Adrián le había dicho en el desayuno que quizá debía volver con el psicólogo. No me pareció algo malo, pero ella estaba furiosa. Con todo y con todos. Yo incluida, por alguna razón.

Y confieso que me asustaba esa parte de Abby. Esa que no entendía. Porque no solía enojarse a menudo. Era la primera vez que la veía así.

Ni siquiera me dio un beso cuando se despidió, solo se fue a buscar a Luke para irse con él.

Pero eso no era culpa mía. Yo no tenía la culpa de su enojo y entonces yo también me molestaba porque ella se estaba descargando conmigo. Así que fui pateando piedras todo el camino a casa de Ellie. Que igual las piedras tampoco tenían la culpa, pero ellas no sentían. Yo sí.

Su casa quedaba algo lejos del instituto, pero ella tenía un chófer que la buscaba y la llevaba a todas partes. Yo, simple mortal, tenía que ir caminando. Ni siquiera sabía cómo iba a tomarse mi visita. Por el camino jugaba con el anillo que Abby me había me había dado para reemplazar el de plástico. No lo boté, de todas formas. Lo guardé en una cajita y ahora usaba el que me había comprado, que me encantaba. Me lo había dado antes de empezar con su enojo.

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