Capítulo 39.

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Era inútil, realmente era inútil

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Era inútil, realmente era inútil. Murat tenía entre ceja y ceja que yo solo quería comer y no hablar de algo serio. Tanta es su falta de atención que terminó dándome la mitad de su donut. No es que me queje, es verdad que siempre quiero comida y realmente necesitaba uno de sus donuts pero esto era más importante. Estábamos hablando de la felicidad de mi humana. ¿Cómo era posible que Murat no me prestara atención?

Creo que fue al ladrido mil seiscientos hasta que por fin lo captó... o algo así.

—¿Crees que sea buena idea que invite salir a Aysel? —Dijo mientras ambos estábamos echados en su sofá.

Otra cosa maravillosa de Murat, realmente le gustaba mi compañía, por lo que casi siempre me tenía cerca de él.

—Quiero invitarla a salir, ya sabes, una cita en un restaurant elegante y unas velas—Siguió él rascando detrás de mis orejas, me estaba distrayendo un poco—, ¿crees que aceptaría?

—Olvídalo, eres un perdedor y mi mamá esta fuera de tu liga—habló alguien detrás de nosotros fingiendo ser yo.

Era la copia de Murat. ¡No es justo! Ya estábamos haciendo un progreso gigantesco.

La copia comenzó a reír para después arrojarse sobre su hermano quien lo veía con cara de pocos amigos. Me enojé, así que gruñí.

—Ey, tranquilo Tommy, sé que quieres morderlo pero lastimosamente es mi hermano—Murat acarició mi lomo tratando de calmarme, por otro lado su hermano me miro con precaución mientras se alejaba de Murat—. ¿Cómo rayos entraste?

—¿No tiene rabia, verdad? —Me señaló aun mirándome con un poco de miedo.

—Tommy no lastimaría ni a una mosca—Es verdad, he aprendido a jugar con ellas mientras vuelan alrededor de mi cabeza. Lastimosamente son tan pequeñas que no puedo evitar hacerles daño—. Además, es un perro muy obediente, ¿verdad, chico?

Mi segundo nombre es obediencia, señor copia.

—Me sigue mirando extraño.

—Porque eres precisamente un extraño para él. Ahora, ¿puedes responderme?

—Mamá me dio una copia de tu llave.

—¿Qué?

—Ya sabes, mamá tiene copias de llaves de las casas de sus hijos—Se encogió de hombros y buscó un lugar lejos de nosotros para sentarse.

—Eso lo sé, pero ¿por qué te la dio?

—Porque soy su hijo favorito y todo lo que pida me lo da—mostró todos sus relucientes dientes en una sonrisa. Por otro lado, a Murat no le hacía nada de gracia.

—Debo tener una charla con mamá.

—¡Guau! —Si quieres puedo morderla por ti.

—¿Seguro que no tiene rabia?

A los ojos de FirulaisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora