Abstenerse a leer si son muy sensibles.
Sabía que las cosas estaban empeorando cuando escuché los gritos. Ellos peleaban pero nunca habían gritado de esa manera. Paré mi oreja e intentaba escuchar más allá, pero mi ubicación no me facilitaba la tarea.
Los gritos se intensificaban aún más cuando de repente la puerta del sótano fue abierta con fuerza. Bee bajaba las cortas escaleras con un ceño fruncido muy pronunciado y Lee iba detrás de ella, no se quedaba atrás, llevaba muy mala cara.
—Solo digo que deberíamos buscar ayuda.
—¡Te quieres separar de mí! ¡Te quieres alejar como todo el mundo lo hace!
—Bee, no me quiero alejar de ti, eres todo lo que tengo, pero...
—¡Pero, pero y más peros! ¡Tú no me quieres!—La chica explotó en llanto, se tiró sobre el suelo y por un momento pensé que observaba una niña por las pataletas que estaba haciendo—. ¡Quiero a mi mamá! ¡Ella si me entendía! ¡Ni tú, ni papá, ninguno, nadie entiende lo que es ser yo!
—Bee, ya basta.
La chica lloró y lloró, de un momento a otro detuvo su llanto y me observó. Su mirada me hizo congelarme, estaba tan asustado que puede que haya hecho un poco de pipí en el lugar donde me encontraba.
—Me convertí en esto gracias a ellos.
—No Bee, nos convertimos en esto gracias a papá.
La chica todavía me observaba, su mirada estaba vacía de cualquier emoción, era como si estuviera en otro plano, como si estuviera muerta.
—Quiero un juguete.
—No.
—Quiero un juguete, Lee—volvió a pedir esta vez mirando a su hermano—. No, no lo quiero, lo necesito.
—Te dije que no podíamos seguir con esto. Tampoco podemos tomar otro perro en esta ciudad.
—Entonces dame tu juguete.
Los pelos de mi espalda se erizaron, Bee estaba más inestable que nunca, si ella me tomaba no duraría ni cinco minutos vivo.
—No, ese perro es mío.
—Necesito hacerle daño—suplicó, como si matar fuera una droga para ella.
—No.
Lee seguía negándose, sabía que no era para protegerme, yo no le importaba. Lo hacía porque quería sacar de ese hoyo profundo a su hermana, pero sabía que iba a ser muy difícil y que tal vez ya era demasiado tarde.
Todavía me preguntaba, ¿Cuál era la medida extrema que Lee tomaría? ¿Era solo negarle matar? Esa no era la solución, quise gritarle. Bee era como un adicto, hacerle daño a los animales, el dolor, la muerte, esa era su mayor droga y ella lo necesitaba.
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A los ojos de Firulais
Non-FictionMi nombre es Firulais, o bueno, así me llamó un Chihuahua hace un tiempo mientras compartíamos un bocadillo que habíamos conseguido en la basura, según él en Latinoamérica ustedes los humanos llaman a los perros callejeros como Firulais, ningún perr...