Mi nombre es Firulais, o bueno, así me llamó un Chihuahua hace un tiempo mientras compartíamos un bocadillo que habíamos conseguido en la basura, según él en Latinoamérica ustedes los humanos llaman a los perros callejeros como Firulais, ningún perr...
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Afortunadamente había reaccionado después de entrar al auto, rasguñaba las puertas para intentar salir de ahí pero todo había sido inútil. Las estrellas no me ayudaron esta vez. Aunque siendo sinceros, ¿cuántas veces ellas habían sido de ayuda? Muy pocas, la verdad.
La casa de Jack el destripador podría considerarse como... ¿Normal?
Era modesta pero bonita, no había indicios de que esta fuera la mismísima casa del terror en dónde inocentes perritos eran destripados por ese ser y su pareja.
—Mira lo que has hecho—dijo bajo mirando las marcas de mis uñas en la puerta de su auto. Estaba enojado, pero su exterior solo mostraba tranquilidad, como si no sintiera nada, como si fuera un cuerpo sin vida—. Después tendrás tu castigo.
Me encrespé, sin embargo no hice movimiento alguno y lo seguí. Tal vez si me portaba bien él no me haría daño, tal vez detrás de toda esa espesa alma negra había un pequeño corazón latiendo de ternura.
Si, estaba pidiendo con todas mis fuerzas que este hombre cambiara de un día para otro, sabía que eso era totalmente imposible.
Por dentro, la casa tenía el aspecto de otro hogar feliz. Había portarretratos sobre las paredes en dónde los destripadores sonreían felizmente cuando eran algo más jóvenes. Alrededor de ellos habían seis canes, como si fuera posible todos miraban hacia la cámara. Era un poco aterrador debo decir, se veía que estaban muy bien entrenados.
Pero pasé de alto lo más escalofriante de la foto. Un hombre se posaba detrás de los destripadores, pero no podía ver su rostro porque este había sido cortado de alguna manera. En este momento me di cuenta que la sonrisa de los destripadores era falsa y que los animales eran los que se llevaban la gloria de la fotografía, como si estuvieran orgullosos de estar ahí.
Mirando rápidamente a las demás fotografías iba una tras otra, tras otra, tras otra, todas con las mismas características. Los destripadores sonriendo falsamente, perros y más perros, todos diferentes, nunca eran los mismos y, el rostro desaparecido de aquel hombre.
—¡Llegué!
Escuché unos pasos viniendo desde la izquierda, poco después la figura femenina de la destripadora se presentó debajo del umbral que supongo llevaba a la cocina por el cuchillo que esta mantenía sujeto en su mano.
Estaba seria hasta que me vio y una sonrisa más espeluznantemente que angelical se posó en sus labios. Realmente me aterraba como alguien que podía parecer tan dulce tenía un alma tan pero tan negra.
—¡Pero si trajiste a nuestro nuevo amigo!
—Es el último de esta ciudad. Cuando acabemos con él tendremos que irnos, no podemos volver.
—Me gusta esta ciudad.
—Es demasiado arriesgado, Bee—dijo tenso el destripador—. No puedo seguir complaciendo tus caprichos. ¿Quieres seguir haciendo esto? Está bien, lo haremos, pero será a mi modo y a mis reglas.