Capítulo 18.

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Algo no estaba bien

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Algo no estaba bien. En mis otras vidas los humanos hablaban de que los animales teníamos el don de predecir ciertas cosas. Sentíamos el ambiente, canalizábamos la energía que la Tierra nos daba e incluso podíamos saber que sentimientos tenía cada persona.

Era extraño, la energía en mi cuerpo siempre estaba al millón pero hoy se sentía diferente. Mis patas me decían que algo iba a suceder, pero no sabía si sería algo bueno o malo.

No solo yo lo sentía, Zeus estaba inquieto, incluso nos pidió no salir de nuestro escondite por hoy. No era una buena idea considerando que no teníamos comida y mi estómago ya estaba empezando a protestar, pero Zeus era mi mentor y trataba de hacerle caso. Sí, no me mires así, sé que muchas veces había roto sus reglas pero fue todo por un bien mayor. Hoy seguiré sus reglas porque tengo los pelos de punta.

Lo más irónico es que el día está espectacular. A pesar de estar en otoño el suelo no está tan frío y una sombra del sol brillante está detrás de las frondosas nubes del cielo. Lo estaba disfrutando, cerraba mis ojos y respiraba el aire puro. No tenías está paz todos los días, este clima increíble que me hacía sentir bien.

Sin embargo ahí estaban mis patas diciéndome que algo iba a pasar.

—Tengo hambre—me quejé en tono bajo pero que Zeus puede escuchar claramente—. Quiero comer.

—Tú siempre quieres comer Firulais y ya sabes lo que siempre te digo.

—En las calles no siempre se come, si, si, igual tengo hambre. ¿No podríamos darnos unas vueltas por el vecindario?

Dije que le haría caso, no que no iba a tratar de convencerlo de salir un rato. Que sintamos que algo va a pasar no significa que vaya a ser algo malo.

—¿No sientes eso, Firulais?

—¿Mis tripas resonando en mi estómago? Porque no solamente las siento, las escucho también—protesté poniéndome patas arriba. A veces Zeus era tan aburrido—. ¿Jugamos un rato?

—Siempre quieres jugar, Firulais—respondió mirándome sentado en sus patas—. Cómo te he dicho...

—En las calles no se juega, siempre hay que mantenerse alerta—repetí como un loro. A veces Zeus podría ser muy abuelito y me enseñaba cosas con frases estilo los ochenta—. ¡Pero mira este día! Juguemos un ratito, porfa.

Me muevo de un lado al otro sobre mi espalda y lanzo un ladrido. Puedo ver como Zeus rueda los ojos.

—Anda, vamos. Yo sé que no eres tan anciano, Zeus—esas palabras lo molestan.

Él ama referirse a sí mismo como un perro con sabiduría, un perro viejo que estaba para guiar a los demás. Pero Zeus realmente odiaba que otra perro lo llamara viejo, lo irritaba.

—¿O es que ya estás viejo y no recuerdas jugar?—seguí con mi puya.

—Cuidado, Firulais—mencionó como advertencia.

A los ojos de FirulaisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora