Capítulo 13

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Al siguiente día, George había ido a despertarla, se acababa de bañar y cambiar y había hablado con su hermano Pierce, ya que él podría ayudarle con sus problemas.

Tocó una vez sin recibir respuesta. Tocó una segunda vez e igual.

—Grace, se que no quieres verme y lo entiendo perfectamente, pero no quiero que me sigas ignorando como si nada hubiera pasado, porque pasó y yo no me arrepiento de nada. —Se había acercado lo suficiente a la puerta para que solo ella pudiera escucharlo y al no recibir respuesta alguna, se recargó sobre la puerta sólo para encontrarse a Grace frente a él saliendo del baño.

—¿George?

—¡Grace! Creí que seguías dormida.

—Ojalá, pero moría por ir al baño. —Grace estaba aún cojeando un poco por el dolor, pero ya no le dolía como ayer.

—Deberías volver al baño. —George comenzó a hablar y a Grace se le vinieron los recuerdos de la noche anterior a la mente, mismos recuerdos que no la habían dejado dormir. George adivinó su gesto porque había pensado lo mismo. —No me refería, yo no, lo que quiero decir, es que hable con Pierce en la noche y él puede ayudarte. Pierce es corredor público, es la persona adecuada para solucionar tu problema. La cosa es que tiene planes en la tarde y dijo que te podía recibir en la mañana.

—Ah ya entendí, de todos modos tengo que ir por mis cosas para bañarme.

—Dime donde están y te las paso. —Grace lo miró sin decir nada. —Prometo no cruzar el umbral de la puerta. —El pelinegro alzó las manos en señal de tregua y ella no pudo evitar reírse, porque si uno no podía reírse de sus desgracias, ¿qué caso tenía?

—Están en la cómoda, y en la silla está mi toalla.

George entró al cuarto, tomó las cosas y salió, luego se las pasó y le dijo: —No hagas más de lo que puedes, si necesitas ayuda, llamaré a mi madre.

—George estoy bien, llegué hasta acá y ya casi no me duele.

—Ok, en ese caso te espero abajo.

Después de tardar un considerable tiempo más de lo que normalmente se tardaba, Grace estuvo lista e iba bajando las escaleras poco a poco para encontrarse con George viendo la tele en la sala pero poniéndose de pie para ayudarla a bajar.

—¿Y tus papás?

—Siguen dormidos, no te preocupes ya les deje una nota. Ahora vámonos, Pierce invita el desayuno.

Llegaron a una pequeña cafetería en el centro del pueblo y su hermano ya estaba esperándolos en una mesa para cuatro.

—Hey, que bueno que llegaron, espero que no les moleste, ya había pedido café.

—Hola Pierce.

—No, para nada. —George ayudó a Grace a tomar asiento.

La mesera se acercó al ver que Pierce la llamaba y les tomó la orden para después irse y servirles café en lo que esperaban sus alimentos.

—La verdad es que solo los acompañare con un poco de café, tengo unas cosas que hacer y prefiero darles algo de privacidad. —George dijo tomando de la taza que tenía frente a él, sus acompañantes solo asintieron.

En lo que George terminaba su café, se pusieron a hablar de trivialidades, Pierce preguntó por el accidente.

—Mis hijos me dijeron que fue algo aparatoso, Damián en verdad se sentía mal. Me dijo que te preguntara cómo estás.

—Estoy mejor. —Grace respondió, lo menos que pudiera hablar sobre anoche, mejor para ella. —Sí me dolió pero ya estoy bien. Por favor, no quiero que Damián se siga sintiendo mal.

Deudas Pendientes /Libro 1/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora