Capítulo 16

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Después de 10 hrs de viaje en el autobús, dos paradas a los baños más asquerosos y comida de gasolineras, Grace por fin pudo ver el cartel de entrada al condado de Sedgwick.

Era un cartel clásico, hecho de madera con letras blancas que sobresalían dando la bienvenida a cualquiera que se atreviera poner un paso ahí. Grace sintió el frío de su casa, no se comparaba al que había estado tratando de acostumbrarse en Minnesota, ni siquiera había nieve, pero por alguna razón, este aire la hacía sentir más frío.

Comenzó a caminar desde la estación de autobuses, por lo que veía, el pueblo en el que había crecido se había hecho más pequeño. Y más triste.

Sabía que para llegar a los terrenos de las granjas que se encontraban ahí, tendría que caminar pasando el centro del pueblo a las afueras del condado, pudo haber pedido un taxi, pero no tenía tantas ganas de ver a su familia, así que comenzó a ver todos los cambios que había sufrido. Algunos de los negocios eran nuevos, otros había simplemente cerrado, otros se mantenía, la gente que pasaba no tenía ni la menor idea de quién era ella, y el centro de la ciudad no estaba tan decorado como el pueblo de George, se odio por pensar en él, pero su mente se dividía entre el pelinegro y su familia, cuando se cansaba de un tema, pensaba en el otro, pero su mente jamás descansó.

Ya se estaba alejando del centro y estaba llegando a los últimos negocios del pueblo, la mayoría estaban cerrados, con las ventanas cubiertas de periódicos y carteles descoloridos casi por vencerse por su propio peso, la basura se acumulaba por las banquetas, todo era muy triste, era en parte estar en un pueblo fantasma.

Siguió caminando, ya sintiendo el pesó de su maleta y deseando que por ahí pasara un auto que pudiera darle un aventón por los últimos metros hacia su granja, pero no, nadie había pasado. A lo lejos pudo divisar la casa en donde había crecido.

La casa, en su niñez, era de un color blanco con las tejas negras, el porche tenía sillas para pasar la noche viendo a las gallinas meterse al gallinero y tomar un vaso de leche y estaba lleno de macetas de flores, ahora, lo único que veía eran las mismas tablas blancas completamente descuidadas, tomaron un tono grisáceo así como algunas de las tejas del techo se habían caído, las cortinas tenían un tono amarillento, pero se veían limpias, los postes del porche parecían que estaban por caerse y solo quedaban algunas macetas sin ninguna flor a la vista.

La voz de su padre se escuchó en su cabeza. "¿Y esa casa? Es tan espantosa, pareciera que los que viven ahí son unos vagos, ¿acaso no saben cómo mantener una vivienda adecuada? Jamás pondría un pie en esa casa." Por un momento, estuvo de acuerdo con la voz dentro de su cabeza.

Siguió caminando hasta estar frente a la puerta, todavía se debatía en si tocar, o entrar, o irse corriendo y nunca volver, ¿pero de qué serviría eso? Collin solo le había dado dinero para el pasaje y algo de comer.

Cerró los ojos y respiró fuertemente, comenzó a estirar la mano para tocar cuando escuchó una voz:

—Será mejor que no toque. —Grace volteó a ver de donde provenía esa voz.

A Grace le pareció ver un fantasma, era su padre, la misma postura y el mismo ceño fruncido cuando estaba a punto de regañarla, tenía canas a los lados y la ropa estaba hecha un desastre y ahora, venía caminando hacia ella.

—Oliver. —Grace habló.

—¿Grace? —El hermano de Grace se detuvo metros antes de llegar a las escaleras del porche.

—Hola.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó tajante. —No nos hemos reunido en años, y no pienso comenzar a hacerlo ahora. Si necesitas dinero no tenemos, ahora lárgate.

Deudas Pendientes /Libro 1/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora