Capítulo 1. Ni. De. P*tísima. Broma.

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𝑮𝒂𝒓𝒓𝒆𝒕𝒕

Lo último que esperaba en la comida que cada domingo teníamos en casa de mis padres era estar manteniendo esa conversación.

Ni de broma iba a acceder. Ni. De. Putísima. Broma. Una de las únicas personas con las que no quería cruzarme era ella. Y eso que yo nunca he sido de negarme a ver a nadie, eso son chiquilladas, pero ella... A ella no.

―Definitivamente, no voy a ser el niñero de nadie.

―No tienes que ser el niñero de nadie, Garrett ―me reprendió mamá―. Solo echarle un ojo de vez en cuando o echarle una mano si lo necesita.

―Mamá, tiene veinticuatro años. No le hace falta supervisión alguna.

―¿Por qué eres tan malagradecido? No te he educado así, Garrett Hamill. ¿Sabes la de favores que nos han hecho Loyd y Arizona? Se quedaban con vosotros cuando erais niños para que tu padre y yo tuviéramos un rato libre, dejaron que tu hermano se quedara en su casa un semestre entero cuando estudió en Nueva York...

―Pues que sea Graham quién se encargue de esto. ¿No son amigos? Yo no hablo con ella desde hace años.

―Tú vives en el edificio de enfrente de ella, por Dios.

―Pero...

―Garrett ―me interrumpió papá. Lo miré al instante―. Solo te pedimos que estés un poco pendiente durante unos días y que si te pidiera ayuda por lo que sea, que se la concedas. No te pedimos que te lances sin paracaídas desde un avión en marcha. Los Jackson nunca nos han pedido ningún favor, pero ellos nos han concedido muchísimos.

―Ve despidiéndote de la tarta de queso ―dijo mi madre ante mi silencio, retirándome el plato de tarta.

―No, espera ―Me aferré al plato.

Una de las cosas que más fuertemente había heredado de mi madre había sido el amor por la tarta de queso. No había semana que no comiera tarta ya fuese hecha por mamá, por la abuela o por la cafetería de al lado de mi apartamento. La necesitaba para vivir, incluso más que el agua.

―Está bien, les haré el favor ―acepté a regañadientes.

Todo por la tarta de queso, aunque...

Mi hermano llegó del baño y se sentó a mi lado antes de ponerse a devorar su cuenco de fruta. Él era el más raro de la familia: no le gustaba la tarta de queso. Su postre solía ser fruta. ¡Fruta! Era de psicópata comer fruta teniendo tarta.

Cuando terminamos de comer, papá y Graham se encargaron de lavar los platos, mientras mamá se tomaba su café viendo la tele y yo les arreglaba la configuración de la televisión de la habitación matrimonial.

Al acabar, bajé de nuevo y esperé a que mi hermano terminara de hacer lo suyo. Mamá estaba viendo el telediario. Mi padre y Graham aparecieron en el salón justo cuando Loyd salió en la televisión hablando de los deportes. A mí no me interesaban mucho, pero mi hermano era un obseso de ello por lo que tuve que esperar que la sección de deportes acabara.

Nos despedimos de mamá y papá y nos marchamos de allí. Mi hermano había estrellado su coche contra la columna del aparcamiento de su edificio, por lo que estaba sin coche y yo era su chófer más frecuentemente de lo que me gustaría.

―¿Sabes que Leighton está aquí? ―me preguntó cuando arranqué el coche.

―Sí, lo sé.

―¿La has visto?

―No.

―París le ha sentado muy bien.

―¿Cómo es? 

Al caer las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora