𝑳𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒐𝒏
¿Sabéis cuando estáis leyendo un capítulo muy tenso de un libro y, al ver que éste termina bien, exhaláis el aire que no sabíais que estabais conteniendo, respirando bien de una buena vez?
Eso me había pasado a mí tras la charla con Garrett. No sabía que había estado conteniendo tantísimo aire hasta que lo aclaramos todo. Fue liberador, nostálgico y feliz a la vez. Habíamos cerrado una puerta que llevaba demasiado tiempo entornada. Aunque, tras la charla, dedicamos unos minutos más (mientras mi prima y Graham arreglaban la cerradura pues la llave se atascó y no pudieron abrirnos) a hablar en serio de nuestro presente y expectativas de futuro. Fue entonces, mientras hablábamos y no me imaginaba un futuro en el que Garrett no estuviese de alguna u otra forma, cuando me di cuenta de que comenzaba a vislumbrar una puerta en una lejanía bastante cercana. Una puerta que pedía ser abierta, pero que desconocía qué habría en su interior.
Noviembre llegó y con él Acción de Gracias. Mis padres tenían unos días de vacaciones, al igual que mis hermanas como era lógico, y decidieron ir a Los Ángeles a visitarnos. También vinieron mis tíos Hunter y Quentin, los padres de Em.
―Qué bonito lo tenéis todo ―dijo mamá contenta cuando les enseñamos el apartamento.
―Hemos colgado estas cortinas para cuando no estemos trabajando aquí dentro, poder correrlas y aislarnos un poco de lo que es el trabajo mientras comemos, vemos la tele o lo que sea ―explicó Emma mientras corría las cortinas.
―Vamos, que os enseñamos el despacho de Em y donde tenemos todas las prendas.
Mientras íbamos hacia allí, Charlotte, mi hermana pequeña, me abrazó por la cintura y yo sonreí pasando mi brazo por sus hombros. Besé su cabeza. La había echado mucho de menos, igual que mis padres y a Scar.
―Hemos hablado con la presidenta de la comunidad de vecinos y dice que en enero se va la chica que vive en el estudio del ático. Nos ha dado el número de la dueña y ella nos ha dicho que, si no usamos el agua, el gas, el teléfono y esas cosas, que nos cobra menos.
―¿Pero para qué queréis otro apartamento? ―preguntó tío Quentin con el ceño fruncido.
―De almacenamiento, papá ―dijo Em con obviedad, señalando el interior del despacho―. Dentro de poco no voy a caber aquí.
―¿Y no habéis pensado en contratar a alguien para que os ayude? Al menos a hacer la ropa.
―De momento podemos las dos. Tenemos mucho stock ya desde antes de la apertura. Sabemos que en algún momento necesitaremos a alguien más, supongo que para verano, pero entonces ya vendrá esta señorita a ayudarnos ―dije yo pasando mi mano por el pelo negro de mi hermana Scarlett. Ella levantó sus manos e hizo el símbolo de la victoria con sus dedos.
Scarlett ya nos había pedido un hueco en el apartamento para verano. Quería quedarse aquí una temporada en lo que decidía qué era lo que quería hacer con su vida y, de mientras, trabajaría con nosotras. Ella sabía coser desde los diez años, yo me había encargado de enseñarle, y aunque no era su pasión, disfrutaba haciéndolo, que era lo importante.
El timbre de casa sonó y Emma fue a abrir rápidamente, pues era la que más cerca estaba de la puerta.
―¡Garrett!
Charlotte sonrió ampliamente al verle y casi se le lanza encima. No era un misterio para nadie que mi hermana y Garrett se adoraban. Bueno, a ver, mi hermana adoraba a todo el mundo y todo el mundo adoraba a mi hermana. Vi como se daban un abrazo y él besaba su cabeza. Mis padres salieron también en su busca, en especial mi madre.
ESTÁS LEYENDO
Al caer las estrellas ©
Storie d'amoreCon veinticuatro años, un ex novio más tóxico que el arsénico y una empresa recién inaugurada, Leighton comienza una nueva vida de la mano de su prima Emma en Los Ángeles, a unas tres mil millas de su quería Gran Manzana. Garrett sigue resentido con...