Capítulo 2. Flor de cerezo

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𝑳𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒐𝒏

Teníamos el apartamento patas arriba. Estábamos a lunes y acababan de llegarnos absolutamente todas las cajas que habíamos mandado desde Nueva York hacía más de una semana. En esas cajas había, mayoritariamente, ropa y objetos personales de cada una. Todo el material de trabajo ya había llegado durante nuestra primera semana, más que nada porque fue lo primero que mandamos.

La mitad izquierda del salón era mi espacio de trabajo y la tercera habitación (la de matrimonio, la más grande) del apartamento era el despacho de mi prima Emma, aunque también lo usábamos como almacén. Había tres estanterías enormes a cuadros que ocupaban tres paredes enteras donde poníamos la ropa dividida por prendas y por tallas; además de unas cuantas burras llenas de ropa colgada. Lo importante era que las dos teníamos nuestro espacio de trabajo lo suficientemente grande como para no agobiarnos.

Nuestra idea era alquilar un pequeño local o estudio para tener allí nuestro espacio de trabajo, pero no lo haríamos hasta que comenzaran a entrar ingresos. Éramos un poco temerarias, pero no queríamos estamparnos contra el suelo desde un décimo piso.

Todo el caos que teníamos montado no me permitía descansar ni un momento para pensar. Y menos mal que así era...

Por la mañana, al acabar de desayunar, más o menos a las ocho, cogí la línea 48 de autobuses y me dirigí a Broadway. Cerca estaba Maple Ave, donde había una tienda de telas de muy buena calidad y por un precio increíblemente asequible llamada "Blue Moon".

Esa tienda era una de las razones por las que habíamos decidido ir a Los Ángeles pues yo siempre compraba allí la tela para hacerme la ropa y los gastos de envío eran la leche de caros. Así que no solo conseguía tela baratísima, de muy buena calidad y de muchos tipos, sino que también me ahorraba dinero en el envío.

―Hola de nuevo, flor de cerezo ―me saludó Maika con una sonrisa.

La tienda estaba aún vacía, más que nada porque hacía dos minutos que llevaba abierta. Era una tienda muy concurrida, especialmente por gente como yo. Maika me conocía desde que, a los seis años, mamá me trajo con ella porque me había empeñado en hacerme mi propio vestido tras verme una temporada entera de Project Runway, un reality de donde los participantes compiten entre ellos para crear prendas de ropa con limitaciones impuestas y con indicaciones específicas. A partir de entonces, cada vez que íbamos a Los Ángeles pasábamos por esa tienda para llevarnos tela y yo pudiera seguir haciendo ropa.

Podríamos decir que, junto a mi madre, Maika es una de las causantes de que yo estuviera donde estaba en ese momento. Esa primera vez que fuimos a por tela (me llevé unos metros de tela negra con estrellitas, azul turquesa, magenta muy potente y una poca de gasa para hacerme un tutú) me dijo:

―Coco Chanel dijo una vez que se triunfa con lo que se aprende, así que ve a por todas, pequeña flor de cerezo.

En ese momento desconocía el porqué de ese mote, aunque me encantó (más tarde me di cuenta de que fue porque llevaba una diadema que me había hecho con las flores de cerezo del patio de la abuela Kenya porque eran mis flores favoritas y me encantaba cómo olían), pero lo que sí conocía era a Coco Chanel gracias a mi madre y me gustaba. Y si esa señora había dicho eso, significaba que yo debía aprender a "crear y coser ropa" (así lo llamaba yo a mis seis años) para poder triunfar.

Sí, desde pequeña pensando en el triunfo.

―Maika, buenos días ―saludé contenta.

―¿Cómo lleváis los inicios de Môr?

―Muy pero que muy bien. Ayer entró en funcionamiento la tienda online de forma legal y también abrimos la cuenta en varias redes sociales para promocionarnos un poco.

Al caer las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora