Capítulo 20. Ya lo has enmendado

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𝑳𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒐𝒏

Habían sido unos días caóticos, pero nuestro esfuerzo estaba dando sus frutos. La colección limitada de Navidad había sido todo un éxito. La lanzamos el primer jueves del mes y, según nuestros cálculos, podríamos irnos sin problema a Nueva York con la familia porque la colección se habría agotado antes del día de Navidad.

Era sábado y llevaba unos días un tanto extraños en general. Tanto Garrett como yo teníamos mucho trabajo y no teníamos tiempo de vernos. Y yo... no me sentía bien. Tenía la sensación de que necesitaba estar a su lado y cada vez que pasábamos un rato juntos, una noche o lo que fuera, me dolía casi físicamente separarme de él aún sabiendo que vivíamos el uno frente al otro y que, además, sus trabajos estaban cerca.

Todo eso hacía que me sintiera extraña. Necesitaba saber qué estaba ocurriendo.

Llegada la noche, cuando Riley ya llevaba horas en su casa y ya hacía un rato que habíamos cenado, recibí un mensaje de Garrett.

Garrett: Espero no pillarte durmiendo... Ha sido un día de locos. He acabado ahora de cenar y me preguntaba si la chica más bonita de todo el continente le gustaría dormir al lado de cierto diseñador gráfico.

Sonreí y me levanté.

Leighton: En cinco estoy allí💖

Dejé una nota a Emma para cuando se despertara y fui a mi habitación para ponerme unas zapatillas de andar por casa. Cogí mi neceser, mi móvil y mis llaves y me fui tal cual estaba: con una sudadera enorme, un culotte y las zapatillas. Crucé la calle corriendo cuando llegué abajo y llamé al timbre del portal de Garrett. Me abrió en unos segundos y subí al ascensor. En ese momento me di cuenta de que al día siguiente no tendría una muda de ropa que ponerme.

Meh.

Cuando llegué al apartamento de Garrett, él ya me esperaba en la puerta. Solo en un bóxer, que es como él dormía.

―Hola, bombón ―saludé con una sonrisa.

―Preciosa.

Me enganché a su cuello, él a mi trasero y me hizo dar un saltito para que abrazara sus caderas con mis piernas. Enterré mi rostro en su cuello mientras entraba hacia el apartamento conmigo simulando ser un koala. Ambos éramos conscientes de que estaba con mi periodo y sabía que a mí no me gustaba hacer nada cuando estaba en mis días, pero unos cuantos besos no le hacían daño a nadie.

―Mañana es domingo ―murmuró cuando me tumbó en su cama con cuidado. Agarró mis cosas del bolsillo de mi sudadera y lo dejó en la mesita de noche.

―Ajá.

―¿Te tomarás algunas horas libres?

―Podría...

―Por la mañana... Así podemos despertarnos y desayunar juntos ―pidió dejando un beso en mi mejilla y comenzando a quitar mi sudadera. Yo lo dejé hacer.

―Bueno, bien, me tomaré la mañana libre.

―Mm... perfecto.

Me quedé tan solo con el culotte que cubría mis braguitas.

Con las luces apagadas, solo iluminados por la farola de la calle, Garrett comenzó a besarme el torso con suavidad y delicadeza. Cerré los ojos, apreté mis manos al colchón y respiré profundamente, dejándome hacer. Sus labios, su lengua y sus dientes se pasearon por todo mi cuerpo. No se dejaron ni un solo rincón por explorar. Fue una noche íntima, en la que me sentí cuidada, mimada, querida... Y fue extraño. No me preguntéis el porqué.

Al caer las estrellas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora