La firma.

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Cuando llegué a casa jugué un rato con mi hermano y me llegó un mensaje.

Todo bien. Tu amigo ya se ha ido, pero se ha quedado otro de un aspecto mucho peor. Creo que me protegen.
Rafa, hoy a las 21:03.

Si era el guardaespaldas que acompañaba al chico de los ojos negros Rafa no dormiría esa noche.

Lo siento.
Rafa, hoy a las 21:05.

Ni siquiera me había dado tiempo a contestar.

¿por qué?

La contestación tardó así que decidí escribir a Cele.
Pero a mi móvil le pasó algo extraño, la pantalla se apagó y unos ojos negros se reflejaron en él.
Miré hacia atrás, asustada.

-¿podrías hacer algún ruido cuando aparezcas?- le dije.

Me levanté de la cama, poniendo esa distancia entre nosotros.

-no,- me contestestaron unos ojos negros,- me gusta ver como te asustas y luego intentas fingir que no lo estás.

-podría estar desnuda,- le dije, molesta.

-que pena,- me dijo con ironía.

Sus ojos pasaron desde mis ojos a mi cuello, y de ahí a mis labios.

-para,- dije, notando como me ruborizaba.

Sonrió. Cogió el papel que había encima de mi mesita con la dirección que me había dado la anciana.

-bien jugado, vieja,- dijo, sonriendo, aunque no podría decir que era una sonrisa dulce- no me lo esperaba.

-¿la conoces?- le pregunté, casi suplicando una respuesta,- y no la llames vieja.

-sabe defenderse ella solita,- me dijo,- no sé que habrás visto de ella pero te aseguro que sólo aparenta ser débil.

Siguió mirando el papel y lo rompió.
-como tú,- dijo mirándome a los ojos.

Dio un salto sobre la cama y al momento estaba a unos centímetros de mí.
Y yo volvía a ruborizarme.

-no quiero que te acerques en unos días a Rafa,- me dijo, advirtiéndome.

-no es peligroso,- le dije.

-no tienes ni idea de quién es y hasta qué punto te ha engañado,- dijo intentando contener la furia.
Su mandíbula se tensó.

Sus ojos parecían más negros.

Mis ojos fueron directos a sus labios.

-la anciana me ha dicho que no es peligroso,- le dije, en un susurro,- y no me ha engañado, no del todo.

Me faltaba el aire, estaba demasiado cerca.
Algo pasaba cuando estaba demasiado cerca.

-claro, porque sabe que si se acerca a ti, yo le haré pagar por ello,- me dijo,- supongo que me cree capaz de mantenerle lejos de ti.

-¿entonces por qué me avisas?- le dije,- ¿no tienes todo bajo control?

-puede intentar alguna tontería y tú eres inteligente así que si se acerca huirás, aunque sea por su bien,- me amenazó.

-a mí nadie me da ordenes, y menos sin saber si realmente me estás protegiendo. ¿Cómo sé que eres el bueno?- le dije, con ironía.

-no lo soy,- me susurró, sonriendo.

Me acarició con una mano la cara y ladeó la suya, empezó a acercar sus labios a los míos.
Cerré los ojos, era insoportable su cercanía.
Olía a tierra mojada.

Sufrí una especie de trance y cuando abrí los ojos no estaba.
Si con sólo hacer eso sentía todo esto, no me quería imaginar si me besaba.
Me quité el pensamiento de la cabeza.

Basta, me dije.

Era un completo idiota y a mí no me gustaban los malos de las pelis, así que no sé qué estaba haciendo.

Pero en el fondo algo me decía que nada era lo que parecía.
Absolutamente nada.
Como si hubiera vivido todo esto antes.

Como si lo hubiera vivido antes, repasé.

Algo se encendió en mi cabeza, como un recuerdo que aparece fugaz, al ser llamado.
Fui al salón haciendo el menos ruido posible y me fijé en los cuadros que había.  

Había un cuadro en especial sobre un paisaje, un paisaje que no parecía de este mundo. Un paisaje donde podías sentarte a tomar café en silencio, en una mesita blanca a juego con las sillas. Un mantel color verde pastel y un cristal encima.

Allí estaba la firma: Leo.


Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora