Algo muy interesante.

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Muy bien, pues si nadie me iba a ayudar lo haría yo por mí misma.

Con ese pensamiento me levanté. Hacía calor y las sábanas se me pegaban al cuerpo. La primavera estaba llegando a su fin y pronto empezarían mis clases intensas de verano. Tendría que prepararme para el acceso a la universidad y, antes, sacarme el último curso. Todo eso en menos de tres meses.

Así que me quedarían muy pocos días de libertad antes de ponerme las pilas.

Papá, mamá y yo habíamos estado hablando la noche anterior sobre aquello. Ellos insistían en que me quedara un año en casa y me sacara el curso poco a poco, que disfrutara del verano y las vacaciones. Que ese año había sido muy intenso y con el ingreso en el hospital apenas había tenido tiempo de disfrutar. Pero no quería perder otro año más. Ya había repetido hace casi seis años por mi estado emocional y no volvería a hacerlo. Algo así no volvería a impedirme seguir adelante.

Además, quedarme un año con casi todo aprobado, me daría demasiado tiempo para pensar y no necesitaba aquello.

Necesitaba ir a la universidad.

Así que me vestí y salí camino a la biblioteca antes de que nadie se interpusiera en mi camino. Pensé en avisar a Lena ya que a ella le hubiera encantado acompañarme. Pero la noche anterior, después de habernos ido los cuatro a otro bar, Lena no había querido decirme ni una sola palabra sobre lo que había pasado con Cele. En aquel momento me sentía bastante molesta.

Tanto con ella como con Hugo, el silencio estaba llegando a puntos extremos y estaba empezando a afectar a la gente que me rodeaba.

Cuando llegué a la biblioteca, me paré en la puerta y decidí que le enviaría un mensaje. Después de todo, puede que ella estuviera cumpliendo órdenes. Y, si no, yo tampoco estaba siendo totalmente sincera con ella. No le había contado que había pasado al otro lado.

En menos de un minuto Lena estaba allí.

Entonces recordé que Hugo me había dicho que Lena se mantendría cerca de mí.

-Hola,- dijo ella un poco tensa,- Pensé que después de lo de ayer no querrías llamarme.

-No iba a hacerlo,- le dije de forma sincera,- Pero yo no tampoco te he contado todo.

Ella abrió los ojos ante mi sinceridad.

-Prométeme que no vas a meterte en lo que busque ahora,- le dije,-Y yo olvidaré, por ahora, lo que pasó anoche.

-Te lo prometo,- me dijo, sellando su promesa con un asentimiento de cabeza.

Yo la sonreí y ella se relajó.

Me imaginé lo difícil que sería para ella no tener nadie a quién poder decirle la verdad, andar de un lado a otro mintiendo y ocultando cosas. ¿Tendría familia? ¿Amigos? Porque creo que no. Y estaba segura de que no me equivocaba. Lo mismo pasaba con Hugo.

La recomendé varios libros y le dije que yo podría prestarle otro. Me gustaba tan poco dar libros como mentir. Pero Lena era mi amiga, había arriesgado muchas cosas por mí y había permanecido a mi lado cada vez que había podido. Quizás hasta había arriesgado más de lo que podría imaginar nunca. Al final, con una sonrisa de oreja a oreja, siguió buscando ella misma entre las estanterías y yo me dirigí a los ordenadores, no sin antes avisarle de donde iba a estar.

Los dedos me temblaban encima del teclado. Tenía que ser una broma. Ni siquiera había motivos para estar tan nerviosa.

Suspiré y entré en el registro de noticias del pueblo. Puse el nombre de la familia Cuz, pero allí no había nada relacionado conmigo.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora