Ceniza.

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Intenté concentrarme en sacar el nombre de la acompañante misteriosa del dibujo, para sacarme del pensamiento a Hugo.

Había desaparecido hace dos noches después de darme la tremenda noticia y me había quedado dormida sin saber muy bien cuándo. Simplemente, no estaba cuando desperté.

Varias preguntas me rondaron por la cabeza, como, por ejemplo, por qué yo podía verle cuando se hacía invisible para los demás, ¿es que él elegía quién podía verlo y quién no? ¿O, simplemente, había algún fallo en mí que me hacía verlo?

Sacudí la cabeza como si al hacerlo el pensamiento se esfumara como una pequeña nube a la que sopla el viento.

Intenté varias formas de sacar aquel nombre pero no conseguía nada, absolutamente nada. El nombre estaba ahí sí, en cada página que utilizaba como calca, pero un montón de líneas, también.

Bebí un sorbo del chocolate que tenía entre las manos, envaso de plástico, el cristal estaba prohibido allí, respirando el aroma intenso y un cosquilleo de calor me atravesó. Me alegraba, porque el frío comenzaba a notarse.

Una punzada de dolor me atravesó al recordar que me estaba perdiendo un curso entero... me gustaba estudiar, echaba de menos escribir y aprender. Me prometí ser autodidacta cuando ingresé pero aquí no había muchos libros de lecciones, aunque los de leer me daban la vida. Sentía que entraba a un mundo donde no había unas paredes enormes que me separaban del exterior, ni kilómetros entre mi familia y yo, mis amigos, todos... con los libros me sentía libre entre rejas.

Ahora que comenzaba a fijarme en el dibujo, lo que había alrededor de la cabeza me parecía más un halo que pelo. Entonces una imagen se me vino a la cabeza, y, queriéndome sujetar a ella, me senté en la cama, hipnotizaba por lo real que era, la veía, casi podía sentir la brisa otoñal en aquel patio, y esa persona, esa persona con el pelo rubio, que me caía sobre la cara, y aquella sensación de calor, me sumergí en aquel mundo. No podía ver la persona porque el sol la deslumbraba, ¿era ese el halo que había dibujado? Sin darme cuenta si quiera, dejé de sentir y escuchar a mi alrededor, deje de sentir el chocolate caliente en mis manos y el frío que comenzaba a entrar por la pequeña ventana de mi cuarto, dejé de sentir los minutos y los segundos. Me di cuenta de ello porque cuando desperté del trance tenía los pies descalzos congelados. El chocolate ya no estaba en mis manos, estaba... sobre el dibujo ene l suelo.

Me agaché enseguida a limpiarlo, aunque el papel ya estaba arrugado y empapado, no veía apenas, ya no era suficiente la luz del día que entraba por la ventana, ¿cuánto tiempo había estado sumida en el sueño?

Recordé los golpes en la puerta y encendí la luz de la lamparita, o lo intenté, porque la bombilla no hizo ni el intento de funcionar.

Otra vez los golpes.

Me resonaron en el pecho como si me pegaran golpes en una puerta interna.

Abrí la puerta pero allí no había nadie. Ni luz tampoco. Quizá habían venido a llamarme para avisarme.

Era raro que se fuera la luz allí porque había un generador de repuesto. A no ser que el sistema de cableado se hubiera estropeado. Se me cruzó por la cabeza la idea de que quizás algún pobre desgraciado había querido acabar con su vida y había mordido cable.

Asomé la cabeza al exterior y deduje que se debía haber estropeado, como temía, el sistema de cableado, no iba tampoco la calefacción, hacía un frío glaciar, en cambio, no tiritaba. Sentía el pomo frío, los pies fríos, pero no tenía frío alguno. Era como una señal de qué partesde mi cuerpo estaban en contacto con el manicomio.

Centro de salud, estúpida, me dije.

Di un respingo tan grande que me asusté de mi propio susto.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora