Un instante eterno.

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En cuanto me desperté reconocí la presencia de Hugo. Mis sentidos estaban alerta y mi piel, erizada. Un suave olor a tierra mojada invadió la habitación y yo me levanté, buscándole con la mirada. Pero allí no había nadie.

Por el rabillo del ojo vi como se movían las cortinas de forma casi imperceptible.

-¿Jugando al escondite conmigo?- le pregunté.

Él se hizo visible ante mí en menos de un segundo.

-¿Cómo sabes que estaba aquí?- me preguntó.

-Te huelo,- le dije yo,-Y te siento. Y has movido las cortinas.

Ante mi respuesta puso cara rara y se olió la camiseta. Yo me reí ante aquel gesto infantil.

-Hueles bien, idiota,- le dije yo.

Él me miró y levantó una ceja castaña. Yo intenté no quedarme embobada mucho tiempo pero era casi imposible. Todo mi cuerpo tiraba hacia él como si se tratase de un gran imán.

Me froté los ojos y cuando los abrí me asusté. Hugo estaba a un escaso metro de mí.

-¿Qué tal ayer en la biblioteca?- me preguntó.

Hugo no preguntaba cosas al azar. Sabía algo.

Yo suspiré.

-¿Qué sabes?-le dije, frustrada.

Estaba cansada de que él tuviera que saberlo todo y a mí no se me daba bien ni buscar un archivo. Si no hubiera sido por aquel chico...

-Que estás muy despistada con algo... o alguien,- me dijo.

A mí se me ocurrió la idea tonta e infantil de decirle que mi ocupación era alguien.

-Es que estoy viendo a alguien, y eso no te incumbe también que yo sepa, "es trabajo"- le dije imitando su voz de todas las veces que me decía "es mi trabajo".

-¿Estás intentando ponerme celoso?- me preguntó.

Yo me reí ante su comentario. La verdad es que no me sentaría nada mal que demostrara que le molestaba aunque sea un poquito que saliera en plan amoroso con otros chicos.

-No, no lo estoy haciendo, lo que me hace pensar que tú tienes algún interés en que yo te quiera poner celoso,- le dije, de forma irónica.

Él se quedó pensando mi frase para ver si podía encontrarle algún fallo o la forma de contestarme.

-Tranquilo,- le dije antes de darle tiempo a nada,- Dale su tiempo a tu minúsculo cerebro para procesar la información.

Él bufó y sonrió por lo bajo. Eso es justo lo que yo quería. Hugo parecía tan distinto cuando sonreía.

Me di la vuelta para coger la ropa del armario pero me choqué con algo duro. Era Hugo. Miré hacia atrás en la cama, pero allí no había nadie. Le miré con cara rara. ¿Cuántas cosas podía hacer un fantasma? Hugo estaba cada día más cambiado y más fuerte. Y más grande.

-Deja de crecer,- le dije frustrada.

Yo apenas llegaba al metro sesenta y tenía ante mí a un muro de contención que me sacaba una cabeza y parte de otra (que para mí era mucho) y era como tres o cuatro yo de ancho.

Por el rabillo del ojo le vi observarme y sonreír. Y yo también sonreí sin que me viera. Iba tan guapo, con los pantalones negros y la camiseta gris. Y las zapatillas, las zapatillas decididamente me encantaban.

Deja de pensar en cómo se estrecha la camiseta en sus hombros, idiota, me dije a mí misma.

Ya notaba el rubor subir por mis mejillas.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora