No es real.

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Rafa hacía aumentar mi desconfianza en cuestión de segundos. No sé ni cómo había podido nublar mi instinto de esa manera algunas veces. Siempre sabía en quién confiar y en quién no. Y nunca me equivocaba.

Fuimos a dar el paseo que tanto había esperado durante todo el día, en cambio, hubiera preferido hacerlo sola.

Cuando llegamos al borde de aquella calle y los árboles se alzaban deseosos de luz, me sentí de nuevo tranquila. Me sentía protegida.
En cambio, vi como a Rafa se le erizaba la piel.
Si es que se llamaba así.

-¿es Rafa tu verdadero nombre?- le pregunté sin rodeos.

Él me miró confuso y sorprendido. Fue a decir algo pero se calló.

-no, la verdad es que no,- me dijo.
Se quedó pensativo y su rostro reflejó cierto miedo.

-¿no lo es?- le volví a preguntar sorprendida.

-no es eso, es que no voy a contestarte,- me dijo, intentando no hacerlo con dureza.

Por primera vez parecía que me mostraba su verdadero yo.
Aunque fue cuestión de segundos.

-verás Poe...- se pasó la mano por la nuca.

Varias sensaciones cruzaron de su cuerpo a mis instintos.
Miedo, preocupación, asco.

Yo, suspiré. No lo hacía por meterle prisa, ni siquiera por si se había olvidado de que yo estaba ahí, ya que llevábamos unos tres minutos en un silencio total.
Simplemente, todas esas sensaciones que me transmitió me hicieron suspirar.

Empecé a fijarme alrededor porque había inspirado un olor a flores que no reconocía, aunque ese no era un lugar que frecuentaba tan a menudo como para decir que no pertecía allí tan segura.
Eso es lo que pensaría cualquier persona normal.

Pero yo no lo era.

Mis sentidos se activaron. Y ese olor tan dulce me producía una sensación agria.

Aquella zona me era tan familiar, a pesar de no haber estado nunca en muchos puntos, que aquel olor tan extraño resultaba hasta insultante.
Artificial.

La zona estaba rodeada de árboles y plantas preciosas, pero a ninguna le pertecía ese olor. Lo sabía.

Me pregunté si era algún perfume que llevaba Rafa, o el perfume de una mujer que se le había quedado impregnado al abrazarla.

De pronto sentí un impulso dentro de mí. Como el que siente una persona cuando ivaden su casa. Como se siente un animal cuando ivaden su espacio.
Estas sensaciones sólo hacían sentirme peor.

-vale...- dijo suspirando.

Supongo que decidiendo qué contarme y qué no. O quizá si contármelo.

-¿te han estado pasando cosas raras últimamente?- me soltó de golpe.

Casi me sobresalté, en cambio, ninguna sensación parecida llegó a mí rostro en forma de gesto. Porque yo no quería. No quería que me viera sorprendida.

-bueno,- dije, pensando,- hay pocas cosas que considero raras en mi vida.

Quizás es por las cosas que me han sucedido. O quizás es por quién soy yo.

Él se quedó pensando.

-especifícame a qué te refieres. De que tema va. Algo,- le dije.

Él se quedó mirando a la hilera de árboles que cada vez estaban más cerca y cada vez se hacían más grandes.

-cosas... Paranormales,- me dijo, sin ni siquiera mirarme a los ojos.

¿Paranormal como sombras que me siguen o como el hecho de ver como los ojos de ciertas personas se vuelven negros?

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora