ᚲᛁᚾᚲᛟ

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Si movía un solo músculo, sentía miles de cristalitos en llamas clavándoseme en esa parte del cuerpo

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Si movía un solo músculo, sentía miles de cristalitos en llamas clavándoseme en esa parte del cuerpo. Cuando desperté, me encontraba tan desorientado que tenía ganas de llorar. La única imagen que se reproducía en mi mente era la de mi hermano (si es que se le podía llamar así) atestándome un puñetazo tras otro, escupitajos y patadas con ese rostro de loco que quedaría para siempre grabado a fuego en mi retina.

Recuerdo que no sabía muy bien si la sangre que me manchaba las manos al tocarme la cara era de la ceja, el labio, los dientes o la nariz. No comprendía por qué estaba vivo.

Me habían limpiado allí en el consultorio, porque creo que también me meé encima mientras me pegaba. Me sentía como la misma mierda y las lágrimas no tardaron en aparecer mientras miraba a ese techo blanco inmaculado.

Alguien entró en la habitación con mucho sigilo. Si hubiera podido mover los brazos, me habría apartado las lágrimas, pero había perdido completamente la fuerza. Por suerte, era Ian. Ya me había visto llorar antes, nos habíamos criado juntos y solía desahogarme a menudo con él, pero aún así me avergonzaba que me viera así. Yo era débil, muy débil. Había permitido que mi hermano me quedase en coma, no había sido capaz de reclamar a mi hembra como lo haría un licántropo valiente.

Ian entró mordiéndose el piercing mientras sujetaba una bandeja con cuencos de agua caliente y paños.

- Hey - susurró. Dejó la bandeja en una mesa que había en esa habitación y se acercó. Me puso una mano en la frente - Tienes fiebre todavía. ¿Qué tal te encuentras?

- Fatal - dije, con la voz ronca y pastosa.

Él me colocó un paño húmedo en la frente. Tosí.

- Me lo imaginaba. Has estado en coma - me pasó un paño caliente por la cara y el cuello.

Parecía concentrado y a mí no me tocaba otra que tomarme todo eso con un humor ácido. Así ocultaría las ganas que tenía de decirle a Jack que terminase el trabajo que había quedado a medio hacer.

- ¿En serio, en coma? Qué liada.

- ¿De ese plan vas a estar?

- Consiéntemelo. Me han dado una paliza.

- Tu hermano está encerrado - limpió la mitad de mi cuello y bajó para humedecerme el pecho.

- Qué pena.

- ¿Me callo?

- Sí, mejor.

𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐩𝐡𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora