ᛊᛁᛖᛏᛖ

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- ...Sí. Sí. La casa del centro, esa que está preparada. No, esa no, la otra. Y la de enfrente también. Sí. Joder, macho, ¿no dices que no tomo decisiones? Pues resérvame esas dos casas, te estoy diciendo - te abrochaste el cinturón de seguridad con torpeza. Se notaba que no lo hacías a menudo. Yo ajusté el retrovisor y subí el asiento- ¿Y a ti qué te importa? Me voy a independizar, así que no seas tacaño. Venga, sí. Adiós.

Te guardaste el Nokia en el bolsillo de los pantalones. Me habías dicho que casi todos los Alphas teníais un teléfono móvil en caso de emergencia o por si estábais lejos de la manada y teníais que dar instrucciones, pero que realmente los licántropos no utilizábais esos dispositivos.

- ¿Qué te ha dicho? - te pregunté.

Cerré la puerta del conductor y arranqué mi viejo y querido Seat Ibiza blanco. Tú estabas sentado en el asiento del copiloto. «Pocas veces me he montado en un coche», habías comentado. Al parecer, eso también era solo para la élite lobuna, pues no lo usaban apenas y mucho menos las bajas castas. «Evitamos lo innecesario», te habías excusado.

- Ha refunfuñando - me dijiste, mirando inquieto por la ventana - Pero tú ve pensando en el estilo de los muebles.

Sonreí y me lleve el cigarrillo a los labios, pisando el acelerador para tomar la carretera que llevaba al bosque. Tú me indicarías el camino de tierra oculto que debía tomar para llegar a la manada, pero estabas nervioso.

- ¿No vas muy rápido?

Reí. La aguja marcaba el número ochenta. Bajé la ventanilla y arrojé el cigarro. El viento me echó el cabello hacia atrás y me acarició las mejillas.

- Voy a la velocidad justa - te dije y te miré de reojo - Pero si no estás bien puedo ir más lento.

- No, está bien. Es por aquí.

Te miré. El sol resaltaba el contraste entre tus iris negros y el blanco de tus ojos. Las pecas que salpicaban tus pómulos se notaban más y tu cabello parecía más claro.

- ¿Vamos a ser vecinos?- te pregunté, pues había entendido que habías reservado dos casas en el centro de la manada.

- Claro. No te importa, ¿verdad?

- Sí.

- ¿S-sí? Puedo cancelarlo sin problemas, no pasa nada, entiendo que es muy rápido y...

- Me importa porque así estarás más cerca de mí. Y eso es lo que quiero - te interrumpí - Deja de infravalorarte.

Se quedó callado y el resto del camino (que no era muy largo) lo pasamos en un silencio cómodo. O al menos yo me sentí cómoda, no sé tú. Nos abrieron los portones de la manada. Al principio, los guardias que custodiaban la entrada tardaron en reconocernos. Se miraron entre sí, confundidos y bajé la ventanilla cuando uno de esos guerreros se acercó.

𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐩𝐡𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora