Crear arte me ayudaba a no pensar en nada. Últimamente, me encantaba no pensar en nada, así que después de despedirme de ti me dediqué únicamente a eso. Pinté de color rojo una pared de la sala de estar. Quería que mi casa fuera curiosa y aleatoria. Si me cansaba de los extravagantes y arriesgados diseños, ya los cambiaría.
Salí a la calle en busca de algún sitio donde comprar comida, aunque no tenía dinero. Descubrí una tienda donde había de todo, pero todos se llevaban los productos sin pagar: el supervisor les apuntaba algo en una cartilla que llevaba cada licántropo. Decidí dejar de observar desde la puerta y entrar, y todos los presentes se arrodillaron en cuanto me vieron. Quise desaparecer con un chasquido de dedos, pero el supervisor, un lobo, se me acercó:
- Luna - mantenía la cabeza gacha en señal de respeto - ¿Qué puedo ofrecerle?
Observé todo más detenidamente, aunque ese silencio casi temeroso por parte de ellos me aplastaba. Toda la comida estaba almacenada en pequeños recipientes de cartón. Salí de allí acompañada de dos lobas que me ayudaron a llevar las cajas de pan, leche, pasta, verduras y frutas que había elegido. Tenían lo básico y supuse que todo era de sus propias cosechas, pertenecientes a la comunidad. Te preguntaría al respecto cuando nos viéramos, pensé.
Comí una ensalada sin aliñar, sentada en el suelo, entre botes de pintura y telas. Pensé en todo lo que estaba haciendo. Decoraba mi casa con lo que se me venía a la cabeza, sin pensar si me seguiría gustando pasados unos meses. Era la misma forma con la que tomaba mis decisiones. ¿En serio quería esa vida? Antes de que toda esa locura empezase, tenía pensado estudiar para ser tatuadora y trabajar en ello de manera fija. Me gustaba mucho y me veía haciéndolo.
Allí, en la manada, ¿cuál era mi propósito? ¿Ser la esposa florero de un Alpha? ¿Era eso lo que quería ser: una imagen? Claro que no, ni pensarlo. ¿Y si tatuaba a licántropos? «Necesito un tatuaje de tu culo». Sonreí. Qué ocurrencias tenías. Fue increíble tener sexo contigo. ¿Y lo tierno que eras? Y yo me dedicaba a clavarte puñales por la espalda.
Almacené bien la comida y continué con mi trabajo. Cuando llegó la noche, reparé en lo raro que era que no me hubieras ido a ver. Me acosté con mal cuerpo, supuse que de darle tantas vueltas a lo mismo de siempre. No pegué ojo. Me levanté de la cama y di tumbos hasta el baño, donde vomité entre lágrimas. Me tumbé en el suelo, como en las películas malas que ponían los domingos por la tarde, y agradecí el frío de las baldosas.
Me encogí y me di cuenta de lo mucho que añoraba resoplar ante los apuntes que tenía que estudiar, añoraba hacerme el eyeliner mal y repetirlo veinte veces, añoraba las hamburguesas del McDonald's, añoraba las siestas interminables y a mis padres. Un abrazo de mis padres era lo único que necesitaba en ese momento y odié cada una de las decisiones que me habían llevado a estar tumbada sobre esos azulejos.
Y aunque me dolía horrores la cabeza y sentía todo el cuerpo entumecido, me incorporé de golpe. Vómitos. Falta de apetito. Dolores en todo el cuerpo. Insomnio. Volví a tumbarme y me eché a llorar. Cambios de humor: bajones por doquier. Me levanté a duras penas, apoyándome en la pared. Abrí la puerta de casa y me asomé. El chico de pelo verde pasaba por allí, caminando despacio mientras miraba su tableta. No recordaba su nombre, pero era mi salvador.
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𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐩𝐡𝐚𝐬 ©
Loup-garouDonde el bien y el mal no se distinguen, una mediática familia de Alphas, los Kingston, son puestos a prueba por la propia contradicción humana. Irina, que odia su condición de licántropo, revoluciona el palacio, descubriendo poco a poco los lazos...