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Antes de empezar a leer este capítulo, quiero agradecer su estancia aquí♥️ Me hace muy feliz que una persona lea lo que tanto tiempo me lleva y a lo que tantos pensamientos le dedico: escribir

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Antes de empezar a leer este capítulo, quiero agradecer su estancia aquí♥️ Me hace muy feliz que una persona lea lo que tanto tiempo me lleva y a lo que tantos pensamientos le dedico: escribir. Y, por cierto, ¡participo en los PremiosGemasPerdidas !

Creo que esto no te lo he contado (todavía te quedan cosas que descubrir de mí), pero cuando quiero olvidarme de mis problemas, me pongo a bailar o trato de explotar mi creatividad. Como en el territorio Lýko no hay cobertura y no podía poner música, decidí empezar a hacer mía la casa. Todo esto después de desayunar junto a tu hermano, Jack, las medialunas que me habías mandado. Me sentía una total traidora.

Cuando Jack se fue, agradecí profundamente el silencio. Cuando hice la cama, recogí cualquier rastro de la noche anterior (como las copas de vino o el semen derramado) y vacié las maletas, me sentí mucho mejor. Metí mi ropa en el armario, limpié un poco los muebles por encima utilizando una camiseta vieja como trapo y monté el caballete, los lienzos y las pinturas en una esquina de la sala de estar.

Me acordé de mi padre, que cuando estaba haciendo las maletas para «irnos de vacaciones», me preguntó que qué coño hacía llevándome el puto estudio de pintura a Australia. Podrás imaginar de dónde he sacado esta manera de hablar.

Te he dicho que me dispuse a explotar mi creatividad, ¿verdad? Es que me enrollo mucho. El caso es que salí de casa y en un bazar que encontré, compré botes de pintura, brochas, herramientas y muchas telas con estampados extravagantes. La vendedora (una mujer sencilla, de barrio) me reconoció, aunque no dijo nada hasta que me despidió:

- Hasta luego, Luna. Tenga un buen día.

Regresé a casa cargada de cosas, aunque muchos licántropos se ofrecieron a ayudarme. Estuve toda la mañana tapizando el sofá con las diferentes telas, alternando cuatro modelos de estampados para darle originalidad y cierto caos a la sala de estar. Me estaba gustando cómo le estaba quedando, aunque solo había cubierto la mitad del sofá cuando llamaron a la puerta.

Desde que he empezado a escribir esto, me he prometido contarte toda la verdad. Quiero ser completamente sincera contigo, aunque a veces la verdad duela. No sé siquiera si habrás llegado a esta parte, pero debo contarte todo.

Por eso, tengo que ser franca. Pensé en Jack cuando llamaron a la puerta y se me aceleró el corazón. Se me vino a la mente su cuerpo sudoroso poseyendo al mío. Sus manos firmes agarrando mi cintura, mis pechos, mi cuello. Sus duras estocadas y su miembro en mi interior, bombeando. Joder. Era el mejor sexo que había tenido en la vida y quería repetir.

Me levanté del suelo, esquivé todos los trozos de tela, los bocetos y los hilos que llenaban el suelo de la sala y fui hacia la puerta. Me atusé un poco el cabello (aunque era un desastre irreparable) y abrí la puerta tras humedecerme los labios. Eras tú. Tenías un brillo en la mirada que me embelesó. Tragaste saliva.

𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐩𝐡𝐚𝐬 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora