- Gracias por las medialunas, Jerek.
Tú, lector, lees esto último y piensas que me lo dijo Irina. Pues no. Me lo dijo Jack nada más verme cuando llegué a palacio. Jack, mi hermano, el que me había dado una buena tunda y el otro mate de Irina.
Esa mañana, me desperté más animado que de costumbre. Nada más abrir los ojos, recordé a Irina y anhelé tenerla tumbada a mi lado, con sus ojos verdes devolviéndome la mirada. Quise acucharla entre mis brazos y me la imaginé en su cama, también sola. ¿Tendría ganas de estar conmigo?
Llamaron a la puerta. Me levanté, me puse unos pantalones y fui hacia la entrada. Mi casa estaba también sin decorar y sin mis cosas (que permanecían todavía en palacio), pero a mí me daba igual. Estaba decidido a que la única que mancharía mi vida de color fuera Irina.
Abrí la puerta. Era Asher, un joven licántropo que trabajaba de mensajero.
- Alpha Jerek, su padre quiere que vaya a palacio - me informó, bajando la cabeza con respeto.
Le di las gracias por el mensaje, pero maldije internamente a mi padre. Quería pasar la mañana con Irina. Además, tenía que saber cuáles eran sus intenciones: si pensaba regresar a su ciudad humana, qué era eso de los quince días y para qué. No habíamos hablado de ello y me daba miedo preguntárselo, como si al decirlo en voz alta el problema se fuera a hacer patente entre nosotros. No quería saber la respuesta a mis preguntas.
Al saber que no podría pasar la mañana con ella y al tener al mensajero allí, decidí escribirle una nota y mandársela junto al desayuno. Después, me vestí bien para ir a mi casa (a mi antigua casa, mejor dicho).
Mi hermano me había recibido con esa frasecita que estaba haciendo que me comiese la cabeza. Había sido un golpe doble, pues antes de entrar en palacio le rogué a la Diosa no encontrarme con mi hermano.
- Ya.
No supe qué decir. Por él había estado en coma y de buenas a primeras me hablaba así, tan tranquilo. Parecía que esa paliza nunca había sucedido. Y... Y medialunas. «¿No será que...?»
- Me la he follado.
Negué con la cabeza, incrédulo. No podía pensar bien. Me quité la chaqueta y la dejé en la mesa de la entrada de palacio.
- Pero qué dices.
No estaba ofendido ni enfadado. Estaba escandalizado. Era como si no pudiera creerme que mi hermano calumniara así sobre nuestra angelical mate.
- Que me la he follado - repitió, con los ojos azules muy abiertos, mirándome como si yo fuera estúpido. Me apoyé en la mesa y le froté la frente.
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𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐩𝐡𝐚𝐬 ©
Hombres LoboDonde el bien y el mal no se distinguen, una mediática familia de Alphas, los Kingston, son puestos a prueba por la propia contradicción humana. Irina, que odia su condición de licántropo, revoluciona el palacio, descubriendo poco a poco los lazos...