Girl [Meling] [Corrigiendo}

Capítulo 8

El hada emergió de la cueva con la gracia de una hoja llevada por el viento, sus alas temblaban ligeramente con cada paso decidido. A su alrededor, el aire parecía vibrar con la tensión entre ella y la druida, cuyos ojos la seguían con una intensidad que podía sentirse en el alma. Al reunirse con el grupo, su sorpresa fue instantánea al notar la presencia de un trío peculiar, acompañado por una figura adicional que no esperaba encontrar allí. El hada se acercó con una mezcla de curiosidad y cautela, como si cada paso fuera una exploración en territorio desconocido.

El ceño fruncido del hada mostraba su intriga y desaprobación mientras enfrentaba al hombre, cuya presencia aún le desconcertaba. Los ojos de ambos chisporroteaban con una tensión palpable, como si fueran dos fuerzas opuestas a punto de colisionar.

—¡Tu que haces aquí! —la castaña estalló con la intensidad de una tormenta repentina, atrayendo todas las miradas hacia ella.

—¿Y tú eres? —pregunto confundido el hombre al ver a la hada frente a él. 

—Hendrickson, eres una de las personas que jamás perdonare —exclamó molesta el hada.

—¿Qué hice para que una hada este tan enojada conmigo? Para poder enmendar mi error —dijo el hombre a la chica.

—Jamás te perdonare, lo que le hiciste a Helbram —esto confundió al hombre ¿Era una amiga de aquel hada como lo era King?

La mirada del peliplateado reveló que no la reconocía como mujer. —Soy King, imbécil.

La voz del hombre resonó con una mezcla de sorpresa y arrepentimiento, su tono reflejaba la conciencia de sus acciones pasadas. —Pretendo aceptar las consecuencias.

—¡¿Aceptar?!

—Pero, por favor consedeme más tiempo hasta haber protegido a Liones —tenía los ojos cerrados con una ligera inclinación de la cabeza. —A toda Brittania y a Dreyfus de los diez mandamientos.

—¡No tengo tiempo para esto! 

El silencio que siguió fue interrumpido por un aplauso que rompió la tensión como un rayo de sol en medio de la tormenta. Jenna, con su sonrisa radiante, actuó como un faro de calma en el mar de emociones. —Pueden platicar sobre eso después —anunció, su voz resonando con autoridad mientras dirigía la atención hacia la práctica que les aguardaba, como un guía conduciendo a su grupo a través de la densa maleza de la incertidumbre.

—¡Atención! —llamó Jenna, captando de inmediato la atención de todos los presentes—. Es hora de entrenar.

El hada, visiblemente desmotivada, desvió su mirada y murmuró. —Honestamente, no me siento motivada.

—Como quieras —le hablo Jenna a King. —Estoy segura de que a los diez mandamientos no les importará que tan motivada estés.

La chica se sonrojó intensamente, sintiendo la vergüenza arder en sus mejillas. De repente, una lamida suave en su rostro la hizo girar. Al ver la criatura frente a ella, su ánimo cambió instantáneamente.