Capítulo 19

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En el vasto Reino de Liones, los cielos parecían cernirse sombríos sobre la corte, presagiando tiempos oscuros. Los Pecados, dispersos y en sus propios mundos, enfrentaban luchas internas. Merlín permanecía enclaustrada en su torre, sumergida en estudios arcanos. Ban, deambulado por los pasillos del castillo, sentía el eco de la pérdida rondando su alma, temeroso de que Elaine fuera arrebatada una vez más por la cruel muerte. Y Meliodas, líder de los Pecados, aguardaba en su taberna, sus pensamientos navegando en mares turbulentos, inquieto por el destino de su amado y aliado, King.

Aquella noche, la luna derramaba su pálida luz sobre la villa, mientras Meliodas, con el corazón cargado de dudas, atendía a los últimos clientes. Pero su mente, lejos de los presentes, vagaba hacia los recuerdos de la última velada que había compartido con King, el rey de las hadas.

Era una noche bañada por la plateada luz de las estrellas. El banquete del Rey Baltra había concluido y los ecos de música y risas aún flotaban en el aire. Dentro de la cálida taberna, Meliodas y King estaban solos, envueltos por la quietud de la madrugada. El rubio se había recostado en su lecho, observando las brasas titilar en la chimenea cuando la voz del castaño rompió el silencio.

—¿Querías decirme algo, King? —preguntó Meliodas, con una suave sonrisa, la ternura dibujada en su rostro.

El rey de las hadas, de pie a su lado, parecía dudar, sus manos temblaban levemente mientras sus ojos vacilaban entre el temor y la pasión. Tras un instante eterno, King se sentó junto a él, y en voz baja, susurró:

—Te amo.

Las palabras, pronunciadas con la delicadeza de una brisa nocturna, llegaron al corazón de Meliodas como el canto de un laúd en la soledad del bosque. Su mirada se suavizó aún más, y sin decir una palabra, se inclinó hacia King, dejando un beso ligero en su mejilla, un roce que prometía devoción y lealtad.

—No nos veremos por un tiempo... —continuó Meliodas, su voz ahora cargada de una emoción que pocas veces dejaba escapar. —Pero esta noche... quiero que sea nuestra. ¿Me permites tenerte, King? ¿Puedo estar a tu lado, como siempre he deseado?

El castaño, sorprendido por la intensidad de las palabras, sintió su pecho llenarse de una mezcla de nervios y anhelo. Sus mejillas se tornaron rosadas bajo la luz de las velas, pero no pudo evitar sonreír. La promesa de una noche juntos, de un momento fuera del tiempo, lo llenaba de una felicidad que pocas veces experimentaba. Con un leve asentimiento, aceptó la propuesta, su voz quedándose enredada en su garganta.

Meliodas no esperó más. Se inclinó y tomó el rostro de King entre sus manos, sus labios encontrándose en un beso lento y profundo. La suavidad de los labios del hada contrastaba con la pasión que hervía en su interior. Era un beso que hablaba de deseo contenido, de la necesidad de estar cerca uno del otro después de tanto tiempo de separación.

Los dedos de Meliodas se deslizaron con delicadeza por el cuello y los hombros de King, despojándolo con cuidado de su pesada capa y dejando al descubierto la piel cálida y suave que tanto había ansiado tocar. El ambiente en la taberna se volvía cada vez más íntimo, mientras el crepitar del fuego acompañaba el compás de sus respiraciones.

—Ahh~

King, nervioso pero lleno de amor, respondió a las caricias con igual fervor. Sus manos, temblorosas pero decididas, encontraron el camino hacia el pecho de Meliodas, sintiendo el latido firme de su corazón bajo los dedos. Era como si estuvieran bailando una danza antigua, conocida solo por aquellos que amaban más allá del tiempo y el destino.

—Eres más de lo que alguna vez soñé —susurró Meliodas, sus labios rozando la frente de King mientras sus ojos se cerraban, disfrutando de la cercanía de su amado. —Nunca olvides lo mucho que significas para mí.

Girl [Meling] [Corrigiendo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora