Alma

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Años después

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Años después...

Charly y Yeimy se encontraban sentados en la terraza de la casa que había comprado Charly hacía unos meses atrás para ambos. Ella lo observaba de vez en cuando con una sonrisa, alternando la mirada entre él y su pequeña Alma, que jugaba en el jardín de casa.

—¿Es demasiado hermosa, no crees?—cuestionó Yeimy, mientras la veía con devoción y ternura.

—Es hija nuestra ¿Qué esperabas?—respondió él con un guiño y ella rió.

—Siempre tan arrogante.

—No es arrogancia, es la verdad princesa—se acercó a ella y dejó un beso en sus labios—Estoy a punto de terminar la cena. ¿Puedes poner la mesa?—ella asintió y él se dió media vuelta dirigiéndose a la cocina.

Yeimy apoyó la mejilla en una mano, observando  a su pequeña que estaba a unos metros de distancia, rememorando todo lo que tuvieron que pasar para llegar a ese instante tan hermoso; tan plácido; tan suyo; tan ella y Charly; tan impredecible.

Por otro lado la pequeña Alma se detuvo y miró a su madre, pensando que era la mejor del mundo, le cantaba en las noches para dormirla, la arropaba cuando tenía pesadillas y le componía dulces canciones que le hacían sentirse profundamente especial, al igual que su padre que cuando la miraba parecía que observa millones de luceros en el cielo. Dejó a un lado sus juguetes y corrió a donde su madre.

Yeimy fue en busca de la pequeña, agachandose hasta su altura para tomarla en brazos y besar sus tiernas y abultadas mejillas, enrojecidas por el sol.

Alma tenía un cabello alternando entre un castaño oscuro con vetas claras y un tono algo cobrizo, además de unos ojos azules celestes  hermosos, tan expresivos como los de su padre. Yeimy cada que la observaba sentía que era su luz, parecía como encontrar la calma luego de tantas tormentas.

—Mami...¿Puedo preguntarte algo?—preguntó Alma con una voz demasiado tierna.

—Claro mi cielito, siempre.

—¿Puedo tener un novio?—su madre frunció el ceño ante semejante ocurrencia y rió pellizcando su nariz.

—Si puedes, pero todavía estás muy pequeña, señorita—la susodichamente hizo un tierno puchero y agachó la cabeza.

—Yo quiero ser novia de Pite.

—¡Ajá!—Yeimy no pudo contener un ataque de risa ante aquella confesión—¿Quieres robarle el novio a tu hermana, Alma Cruz?

—No—respondió con un gesto exagerado y algo picarón—Ella me dijo que me lo prestaba—entrecerró los ojos mientras su madre la dejaba nuevamente en el suelo y se cruzó de brazos.

—¡Charly!—llamó Yeimy entre risas.

—Dime, amor—se asomó en el umbral de la puerta de la cocina que daba al jardín, con una sonrisa y un delantal que decía "Soy el mejor papá y lo sabes", aquello era de locos—Casi termino la cena, sólo faltan...—miro su reloj—Quince minutos.

—Vale, pero te apuras que esta señorita te quiere decir algo—respondió Yeimy de vuelta en un grito para que la escuchara.

—De una princesa—Charly entró de nuevo a la casa y se apresuró a terminar la cena, pensando en las dos personitas que lo esperaban afuera. Se sentía afortunado, lleno, sólo tenía que ver los ojos de su pequeña Alma y recordar porque valió la pena pasar por tanto—¡Listo, papá Charly ha terminado la cena!—anunció y procedió a llevar la comida a la mesa, mientras que Yeimy se encargaba de arreglarlo todo.

Un rato después, todo estaba listo y Vanesa llegó con Pite; y Erick con Irma y su bebé <<Mateo>>, todos llevaban una hermosa sonrisa, se respiraba mucha paz y alegría.

Todos se sentaron en la mesa mientras que Charly no paraba de alardear sobre lo bien que cocinaba, Yeimy solo sonreía y observaba a todos en la mesa, solo faltaba Ligia, pero estaba de vacaciones con Botero.

—Papi, quiero ser novia de Pite—dijo de manera abrupta Alma, mientras se acercaba a su papá y este la sentó en sus piernas con el ceño fruncido.

—¿Qué dices?—miró a Pite con una mueca y luego volvió a la vista a su pequeña—Lo que me faltaba pues—se encogió de hombros aparentemente indignado—Me quitó una y ahora me quita la otra—todos se rieron a carcajadas cuando la pequeña curvo la boca.

—Ay pá, es que Pite es muy lindo—le molestó Vanesa y este sacudió la cabeza.

—Pues cada cual con sus gustos, no voy a opinar—el nombrado se puso el puño en la boca tosiendo—Tan chiquita y pensando en novios, dios mio—se lamentó Charly mirando a Yeimy y ésta rió besando sus labios, para luego limpiar la mancha que dejó su labial—No borres la huella de tus pecados, mi reina—susurró él en su oído y ella le golpeó juguetonamente en el brazo.

Pasaron una velada estupenda, Yeimy cargó a su Mateito junto a Irma y lidiaron con las graciosas discusiones de Alma y su padre, llegada la noche se despidieron.

Yeimy se encontraba recogiendo las cosas y Charly se acercó a ella por detrás y la envolvió en sus brazos, ella recostó la cabeza en su pecho relajándose mientras cerraba los ojos, así pasaron un buen rato hasta que Yeimy se volteó para mirarlo.

—Eres mi destino—sonrió y tocó su rostro susurrando—No me canso de recordártelo—le confesó ella sin dejar de mirarle.

—Y tú eres mi vida y no me canso de demostrarlo—se besaron como si hubiese pasado una eternidad desde la última vez, pero así eran ellos, intensos, tal vez lo hacían con desesperación por haber perdido tanto tiempo en el rencor y el odio, que querían que cada segundo y cada minuto valiera la pena.

—Princesa Alma, ordena a su súbdito padre que le leea un cuento—ambos se apartaron rápidamente con la llegada de la pequeña—Y que su súbdita madre le cante su canción favorita—levantó su peluche para abrazarlo y alternó la mirada entre ambos que se encontraban un poco fuera de sí.

—Como diga la princesa de la casa—obedeció Charly y la tomó en brazos haciéndole cosquillas.

—¡Esclavo, no puede hacerle eso a una princesa!—decía entre risas la pequeña mientras su padre la llevaba a su habitación y la dejaba caer con sumo cuidado encima de la cama, Yeimy los observaba desde el umbral con lágrimas en sus ojos, era la mejor imagen del mundo—¿Por qué mami llora?—cuestionó preocupada la pequeña y Charly la miró rápidamente poniéndose de pie caminando hasta ella para agarrar su cara entre las manos.

—¿Qué pasa, princesa?—acarició su mejilla.

—Es que Charly... Es muy hermoso—señaló todo a su alrededor y él asintió abrazándola.

—Y hay que disfrutarlo, princesa—ella asintió y él besó su frente, reconfortadola con sus brazos.

—Hey, príncipes, vengan a cantarle a su princesa-ambos rieron y corrieron a la cama de la pequeña, se acomodaron uno a cada lado de la cama con Alma en el centro y ella tomó las manos de sus padres uniéndolas encima de las de ella.

—Siempre, velaré por todos tus sueños... —comenzó a cantar Yeimy y la pequeña le siguió junto a su papá, hasta que el sueño la venció.

—Los amo, reyes esclavos y mejores papás del universo—dijo y se quedó dormida.

Charly y Yeimy se miraron y sonrieron, a pesar del odio, a pesar del mal, a pesar de los caminos empedrados y de no ver el final, de aquel sufrimiento y abatimiento constante, de todo el dolor ocasionado en el pasado y de las malas decisiones, a pesar de todo eso, pudieron sanar y traer a la vida algo tan hermoso que parecía irreal, un alma, un alma pura y llena de luz.

—Nuestra Alma—Charly besó su mano y ella asintió...

—Nuestra pequeña Alma.

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