«Clases particulares» intensivas y profundas

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Es como si hubiera viajado atrás en el tiempo a los días de parque infantil de tercero de primaria. A no ser que exista otra explicación de por qué Alex me está provocando para que la bese.

—No tengo que demostrar absolutamente nada —le informo—. Resulta que beso estupendamente bien. Lamentablemente, NUNCA llegarás a saberlo.

—Never say never —responde con voz cantarina.

—Gracias por el consejo, Justin Bieber. Pero sí, amiga, no lo sabrás jamás. Suspira.

—Lo entiendo. Estás intimidada por mi potente personalidad. Anímate, me pasa todo el tiempo. Ay, madre. Todavía recuerdo aquellos días —hace una semana— en los que Alex vause no formaba parte de mi vida. Aquellos días en los que no tenía que escuchar sus arrogantes comentarios, ni ver sus sonrisas pícaras, ni verme arrastrada a una batalla de flirteo por la que no tengo ningún interés.

Pero Alex resulta ser muy, muy buena en una cosa en particular: desafiar.

—El miedo forma parte de la vida —dice con solemnidad—. No permitas que eso te desanime, Chappy. Todo el mundo lo experimenta. —Se inclina hacia atrás sobre sus codos, en plan mafiosa—. Pero te diré algo,
eres libre. Si estás demasiado asustada como para besarme, no voy a obligarte.

—¿Asustada? —le suelto—. No tengo miedo, idiota. Es solo que no quiero.

Otro suspiro se escapa de su pecho. —Vale, entonces creo que lo que tenemos aquí es un problema de confianza en ti misma. No te preocupes, hay un montón de gente que besa
mal en este mundo, querida. Estoy seguro de que con práctica y perseverancia, algún día podrás…

—De acuerdo —interrumpo—. Hagámoslo.
Su boca se cierra de golpe y sus ojos se abren como platos por la sorpresa. Ajá. Así que no esperaba que aceptase el reto.

Nos miramos fijamente una a la otra durante una eternidad. Está esperando a que yo dé marcha atrás, pero estoy convencida de que puedo ganarle en la espera. Es posible que sea infantil por mi parte, pero Alex ya se ha salido con la suya con el tema de las clases particulares. Esta vez quiero ganar YO.
Pero una vez más, le he subestimado. Sus ojos verdes se oscurecen y pasan a un tono verde metálico ahumado, y de repente hay calor en su
mirada. Calor y un destello de confianza en sí misma: está convencida de que no voy a llegar hasta el final. Detecto esa seguridad en el tono despectivo que usa cuando por fin
habla:

—Muy bien, pues enséñame lo que tienes que ofrecer. Vacilo. Joder. No puede ir en serio.
Y yo no puedo estar, de verdad, planteándome esta locura de reto. No me siento atraída por Alex y no quiero darle un beso. Fin de la historia. Aunque…, bueno, no da la impresión de ser el fin de NADA. Mi cuerpo está como envuelto en llamas y mis manos tiemblan, pero no de los nervios, sino de anticipación. Cuando me imagino su boca contra la mía, mi corazón
se acelera y va más rápido que un tema de drum and bass.

¿Qué narices pasa conmigo?
Alex se acerca unos centímetros. Nuestros muslos se tocan y, o bien estoy teniendo alucinaciones, o puedo ver perfectamente cómo le palpita el pulso en el centro de su garganta. No puede ser que ella quiera esto…, ¿verdad? El sudor de mis manos aumenta, pero me resisto a limpiarlas en misleggings porque no quiero que sepa lo nerviosa que estoy. Soy totalmente consciente del calor que irradia de su muslo cubierto por el vaquero, del tenue aroma de su perfume, de la leve curva de su boca mientras espera mi próximo movimiento…

—Vamos —se burla—. No tenemos toda la noche, nenita.

Ahora estoy cabreada. A la mierda. No es más que un beso, ¿no? Ni siquiera me tiene que gustar. Hacerle cerrar esa boca de listilla será
suficiente recompensa. Arqueo una ceja y acerco la mano para tocarle la mejilla.
Su aliento son ahora jadeos. Paso mi pulgar sobre su mandíbula, deteniéndome ahí, esperando a ver si me para. Y cuando no lo hace, poco a poco voy acercando mi boca a la
suya. En el preciso momento en el que nuestros labios se encuentran, sucede algo super extraño. Oleadas intermitentes de calor se despliegan en mi interior: empiezan en mi boca y se propagan por todo mi cuerpo, provocando un hormigueo en mis pezones antes de dirigirse ahí abajo. Su boca sabe al chicle de menta que ha estado masticando toda la tarde y el
sabor mentolado impregna mis papilas gustativas. Mis labios se mueven por
voluntad propia y Alex lo aprovecha al máximo deslizando su lengua dentro de mi boca. Cuando mi lengua se enreda con la suya, ella emite un gruñido grave desde la parte posterior de su garganta; un sonido erótico que
vibra atravesando todo mi cuerpo.

PROHIBIDO ENAMORARSE - VAUSEMAN -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora