Háblame de tu abuela

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Maratón (3/3)





Cuando oigo el crujido de la puerta principal, estoy algo preocupada; me medio imagino que Piper aparecerá vestida con algún disfraz ridículo que te cagas en un intento de difundir el entusiasmo de Halloween y convencerme para ir a esa fiesta de la residencia.

Afortunadamente, cuando asoma la cabeza en el salón, su aspecto es el de la Piper de siempre. Es decir, está guapísima y mi polla inmediatamente le hace una reverencia. Se ha recogido el pelo en una coleta baja y tiene el flequillo hacia un lado; lleva un jersey rojo suelto y unos pantalones de yoga negros. Sus calcetines, cómo no, son rosa fucsia.

—Ey. —Se sienta a mi lado en el sofá.
—Ey. —Paso mi brazo alrededor de su cuello y le planto un beso en la mejilla; parece la cosa más natural del mundo.

Ignoro completamente si soy la única aquí que siente de esta manera, pero Piper no se aleja ni se burla de mí por estar actuando «a lo novia».
Así que me lo tomo como una señal  prometedora.

—Y ¿cómo es que te has rajado de lo de la fiesta?

—No tenía ganas. No podía parar de imaginarte aquí sola y llorando. Al final la compasión ganó la batalla.

—No estoy llorando, imbécil. —Señalo al documental sobre la leche, aburrida que te cagas, parpadeando en la pantalla del televisor—. Estoy aprendiendo cosas sobre la pasteurización. Ella me mira fijamente.

—Pagan una subscripción para tener tropecientos canales y ¿esto es lo que eliges ver?

—Bueno, hice un poco de zapping, vi un montón de ubres y, ya sabes, me puse cachonda y…—¡Puaj! Me echo a reír.—Es una broma, peque. Si quieres saber lo que pasó, las pilas del mando se gastaron y me daba demasiada pereza levantarme y cambiar de canal.Estaba viendo una impresionante miniserie sobre la guerra de Secesión antes de que aparecieran las ubres.

—Realmente te gusta la historia, ¿eh?
—Es interesante.
—Bueno, algunas cosas. Otras, no tanto.
Descansa su cabeza en mi hombro y juega ausente con un mechón de pelo que se ha soltado de su coleta.
—Mi madre me ha dejado jodida esta mañana —confiesa.
—¿Sí? ¿Por?
—Me llamó para decirme que tampoco iban a poder salir de Ransom en Navidad.
—¿Ransom? —le digo sin comprender.
—Es mi pueblo. Ransom, Indiana. —Un tono amargo se arrastra hasta su voz—. También conocido como mi propio infierno personal.
Mi estado de ánimo se entristece al instante.
—Por…
—¿La violación? —Sonríe con ironía—. Se puede decir la palabra, ¿sabes? No es contagiosa.
—Lo sé. —Trago saliva—. Simplemente no me gusta decirlo porque lo hace parecer… real, supongo. Y no puedo soportar la idea de que te haya ocurrido.
—Pero me ocurrió —dice en voz baja—. No podemos pretender otra cosa.
Un breve silencio cae entre nosotras.
—¿Por qué no pueden tus padres venir a verte? —pregunto.
—Pasta. —Suspira—. Si estabas tirándome los trastos porque pensabas que era una rica heredera, debes saber que estoy en Briar con una beca del cien por cien y que obtengo ayuda financiera para los gastos. Mi familia no
tiene ni un céntimo.
—Fuera de aquí. —Señalo la puerta—. En serio. Fuera. Piper me saca la lengua.
—Muy graciosa.
—No me importa el dinero que tenga tu familia, Chappy —Dice la millonaria.
Mi pecho se tensa.
—No soy millonaria; es mi padre el que lo es. Hay una diferencia.
—Supongo que sí. —Se encoge de hombros—. Pero sí, mis padres están ahogados por las deudas. Es… —Su voz se desvanece y veo un destello de dolor en sus ojos verdes.
—Es… ¿Qué?
—Es por mi culpa —admite.
—Dudo mucho que sea así.
—No, es la verdad. —Ahora suena triste—. Tuvieron que pedir una segunda hipoteca para pagar mis gastos legales. El caso contra Aaron, el tipo que…
—…espero esté en la cárcel —termino la frase, porque sinceramente no puedo escucharla decir la palabra violación de nuevo. Simplemente no puedo. Cada vez que pienso en lo que ese hijo de puta le hizo, una rabia
candente inunda mi estómago y mis puños hormiguean con ganas de golpear algo.
La verdad es que he trabajado toda mi vida para mantener mi temperamento bajo control. La ira era la única emoción constante que sentí
al crecer, pero por suerte, encontré una salida saludable para ella: el hockey. Un deporte que me permite golpear con dureza a los jugadores rivales en un ambiente seguro y regulado.
—No fue a la cárcel —Piper dice en voz baja.
Mi mirada vuela a la suya.
—Estás de jodiendo, ¿verdad?
—No. —Sus ojos adquieren un punto distante—. Cuando llegué a casa esa noche…, la noche que pasó…, mis padres me miraron y supieron que algo malo había pasado. Ni siquiera recuerdo lo que dije. Todo lo que recuerdo es que llamaron a la policía y me llevaron al hospital, y me hicieron un reconocimiento médico, parte de lesiones, me entrevistaron, me
interrogaron. Estaba tan avergonzada… No quería hablar con la policía, pero mi madre me dijo que tenía que ser valiente y decirles todo, para que pudieran impedir que se lo volviera a hacer a alguna otra chica.

PROHIBIDO ENAMORARSE - VAUSEMAN -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora