Capitulo 7

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Hermione y Draco se encontraban en su lugar favorito del bosque. Aquel pequeño claro bañado por la luz destellante del sol. Hermione se encontraba recostada sobre la gran roca con un libro de criaturas fantásticas abierto de par en par frente a ella. Draco, sentado en el suelo junto a la roca, simulaba estar concentrado en su celular.
—Recuérdame ¿por qué te parece tan entretenido ese libro?
—¡Es la última edición escrita por Newton Scamander! —comentó Hermione poniendo los ojos en blanco— Es uno de mis escritores favoritos. Sus investigaciones fueron de las más reveladoras.
—Wow, muy interesante. —comentó Draco restándole importancia.
—A veces me gustaría verte estudiando. Ya sabes, para corroborar que tus excelentes notas sean ciertas.
—Por supuesto que lo son. Solo que prefiero estudiar en la noche.
—¿Estudias en la noche? ¿Y cuando duermes? No puedes tener ese cutis de princesa sin dormir.
—Hermiones Granger acaba de decirme apuesto. No puedo creerlo.
Hermione comenzó a ponerse colorada y Draco no podía evitar molestarla.
—No te dije apuesto, dije que tienes cara de princesa.
—De príncipe guerrero, querrás decir. —Draco se peinó el cabello dorado con los dedos en un gesto galán.
—Si, como digas. —Hermione volvió su concentración al libro. A medida que leía más sobre la extraña forma en la que se alimentaban los escarbato, unas tiernas criaturas, parecidas a un ornitorrinco, las cuales se dedicaban a robar cosas brillantes, el rubor se desvanecía.
Hermione comenzó a reír en voz alta llamando por completo la atención del joven.
—Comparta el chiste con el resto de la clase, señorita Granger —Draco intentó imitar la aburrida y gruesa voz de Severus Snape— Si es que se atreve.
Hermione lo observó sonriente y le mostró la imagen del animal en el libro.
—Solo imaginaba la posibilidad de que un escarbato intentara robar tu cabello.
Draco cambió su expresión del aburrimiento al horror.
—¿Qué? ¿Por qué lo dices?
—Estos animalitos aman las cosas que brillan. —Hermione señaló el cabello del joven, el cual irradiaba destellos dorados cada vez que los rayos del sol lo alcanzaban.
—¿Te gusta mi cabello? —Draco le sonrió coqueto— Puedo enseñarte algunos trucos si quieres. —comentó echándole un vistazo a la melena chocolate que le cubría parte del rostro a la joven.
—¿Qué tiene de malo mi cabello? —Hermione lo fulminó con la mirada.
—¿Además de parecer que no te peinas hace una semana? Nada.
Hermione le dió un librazo en la cabeza y Draco aulló de dolor.
—Discúlpate.
—Sabes que no me disculpo ante nadie chiquilla.
—Conmigo lo has hecho.
Se observaron en silencio unos instantes. Draco sabía que Hermione tenía razón, con ella él actuaba diferente, no se dejaba llevar por sus impulsos, más bien meditaba cada acción y cada palabra.
—No te acostumbres. —se limitó a contestar, intentando sonar intimidante.
Hermione observó el cielo azul sobre ellos con una sonrisa. Le gustaba llevar al joven a sus límites de paciencia. Era una buena forma de probar si realmente era sincero con ella o si por el contrario todo se trataba de una fachada para... para conseguir algo, algo que ella no tenía idea que sería. Pero trataba de no bajar la guardia, por las dudas. Era mejor estar prevenida.
Draco observó su reloj de bolsillo, una reliquia Malfoy.
—Si seguimos aquí nos perderemos la clase de tu amigo Lupin.
Hermione se apresuró a guardar sus cosas en el bolso. Al ponerse en pie sobre la roca resbaladiza estuvo a punto de caer al suelo y Draco tuvo que correr a sostenerla.
—Gracias. —se limitó a decir la joven con un nuevo rubor en las mejillas.
Draco se apresuró a soltar la cintura de la joven y ambos volvieron al castillo.

Una vez más Hermione se despertó a mitad de la noche envuelta en pesadillas. Una vez más Viktor Krum le gritaba y la insultaba por no vestir como él quisiera o por pasar más tiempo con sus amigos que con él. A medida que pasaba el tiempo aprendía a despertarse a tiempo, para evitar los golpes invisibles, y los tocamientos indeseados, los cuales se esfumaban, como el humo de una vela bajo la brisa, una vez abiertos los ojos.
Del otro lado de la habitación Luna se encontraba plácidamente dormida. Hermione pasó varios minutos observando el cielo nocturno a través de la ventana. Desde allí podía ver las otras torres del castillo, entre ellas la de Slytherin. Fue entonces que se percató del leve destello de luz en una de las ventanas. Hermione no sabía con certeza a quién pertenecería aquella habitación pero siendo consciente de que no era la única que no podía dormir se metió bajo las sábanas y encendió su celular, un pequeño deseo vibrando bajo su pecho.

Amor entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora