Capitulo 8

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Draco se encontraba una vez más sentado junto a la ventana de su habitación, observando a lo lejos la torre Ravenclaw. Hermione lo había ignorado todo el día y no había pisado el bosque a la hora que solía hacerlo. El joven se había sentido miserable durante todo el día, repensando y analizando el áspero encuentro de la noche anterior. Se preguntaba qué debía haber respondido, qué palabras utilizar y cuáles no, pero sobre todo se preguntaba si Hermione le daría otra oportunidad. Sin duda llevaban una amistad, si es que se lo podía llamar así, complicada y con muchos altos y bajos y Draco no se sentía capaz de sobrellevarla. Las cosas debían cambiar de forma permanente. Debía enfrentar sus miedos de una vez.
El joven clavó la vista en la mesa ratona que tenía enfrente. Sobre ella se hallaba un cuaderno de tapas gruesas, revestidas de cuero, con un emblema de serpiente grabada en la portada. Draco lo tomó y lo abrió revelando páginas grisáceas en blanco. Tomando su varita susurro un encantamiento y cuando la madera oscura tocó la página las palabras comenzaron a aparecer como olas surcando el océano. Releyendo las últimas palabras que había escrito comenzó a ahogarse en un mar de oscuridad. No escribía en él desde su última conversación con su padre, un mes atrás. El pesado cuaderno había sido un perverso regalo de sus padres para su último cumpleaños, a pesar de su belleza aquel artificio era un recordatorio, una amenaza, de que sus tiempos de juventud y libertad estaban llegando a su fin. Más pronto que tarde tendría que darles una respuesta a sus padres y a todo el clan oscuro. El joven soltó una lúgubre risa que finalizó en sollozos. Era un idiota si creia que tenia eleccion de negarse, las cicatrices que ocultaba bajo la tunica eran una prueba de ello.
Una vez más observo la ventana, esta vez hacia el cielo nocturno. Había luna llena y su brillo hacia que su piel y su cabello se volvieran grises como las cenizas. Sus manos comenzaron a temblar pero pese a ello decidió tomar una pluma y escribir en una nueva hoja en blanco. Volcó allí sus sentimientos en busca de paz. Pensó en Hermione y pensó en sus padres, pensó en Pansy y en Blaise. Sus amigos se sentían más seguros con el destino que sus familias habían pautado para ellos que él. No podía creer cómo ambos lo aceptaron sin siquiera cuestionarlo. ¿Acaso saben realmente a lo que se enfrentan? ¿a las cosas que deben hacer? Y sobre todo ¿a las cosas que ya no podrán hacer? Draco recordó los pequeños roces que tuvo con Hermione, recordó su sonrisa, sus risas, sus miradas. Una mezcla de sentimientos agridulces se apoderaron de él mientras escribía. Sin darse cuenta las lágrimas comenzaron a caer, manchando la tinta, pero no se detuvo hasta sentirse mejor. Una vez más agradeció tener una habitación completa para él solo. Una vez más se maldijo a sí mismo por no poder ser honesto con la persona con la que más deseaba serlo. Mientras más pensaba en ello más se acobardaba y el miedo a que Hermione conociera esa parte de sí mismo y se espantara lo paralizaba.
Al terminar de escribir cerró el cuaderno y lo ocultó en su pequeño librero. El joven se desvistió y se metió bajo las cobijas. Sabía que era inutil, sabía que probablemente no podría dormir. Tomó el celular y revisó el chat de Hermione. No había mensajes nuevos. Draco se sumergió en una espiral de pensamientos. Tal vez dejar a la joven en paz era lo mejor. Tal vez con unas semanas sin hablar ella se olvidaría de él y todo sería como antes. Pensar en aquello le encogió el corazón pero en el fondo sabía que de esa forma la protegería de un mal mayor. La protegería de sí mismo.

Aquel día había sido duro. Hermione había intentado acercarse pero Draco huía apenas verla. El joven no se enorgullecía de su comportamiento, de hecho se odiaba a sí mismo, pero a la persona a la que odiaba aún más era a su padre.
Al finalizar las clases del día Draco se escabulló hacia su habitación. Decidió encerrarse allí hasta él dia siguiente. Pansy y Blaise habían intentado contactarlo para la hora de cenar pero el joven no les dio señales de vida y los jóvenes optaron por dejarlo en paz.
Draco se encontraba recostado en el pequeño sofá con su computadora portátil cuando, de repente, un fuego esmeralda comenzó a emerger de la chimenea que instantes antes se encontraba apagada. Un subidón de ansiedad inundó al muchacho que rápidamente apagó la computadora y se acercó al fuego. En unos segundos aquellas llamas comenzaron a retorcerse y a expandirse hasta tomar forma, la forma del rostro de Lucius Malfoy.
—Hijo. —aquel rostro reflejaba una expresión demasiado fría. Expresión a la que Draco se había acostumbrado.
—Padre. —pese a los nervios la voz de Draco resonó gruesa y seria.
—Veo que has estado ocupado. No nos contactas hace varias semanas.
—Lo siento padre. He estado estudiando arduamente. Es por ello que me va tan bien.
Su padre lo observó de arriba a abajo, algo no le cuadraba pero no hizo comentarios al respecto.
—Como es de esperarse. Continua así.
—Gracias. ¿Cómo se encuentra mi madre?
—Bien. Te envía saludos.
—¿No se encuentra allí?
—No. Hay reunión con el clan en la casa Black.
Draco tragó con dificultad. No solían haber reuniones formales desde hacía meses, eso significaba que algo se estaba acercando.
—¿Novedades?
—No, por el momento. Pero estate atento Draco, puede que te necesitemos antes de lo acordado.
—¿Qué? —el corazón del muchacho dio un vuelco. Temía desmayarse.
—¿Algún problema? —su padre le dedicó una mirada severa. No aceptaría una respuesta negativa.
—No... Es solo que apenas voy a cumplir dieciséis años y aún estoy estudiando. No creí que me necesitarán tan pronto.
—Creí que ya te lo había dejado claro Draco. Yo comencé a participar cuando tenía tu edad. Si no te consideras calificado entonces reclutaremos a Blaise, él es más comprometido y obediente que tú.
Aquellas palabras le revolvieron el estómago. No quería que su amigo pagara las consecuencias por su debilidad.
—No es necesario. Si necesitas algo... llámame.
Su padre lo observó en silencio durante lo que pareció una eternidad antes de consumirse entre las llamas, dejando un rastro de ceniza negra en el fondo de la chimenea.
Draco se dejó caer sobre la cama con un largo suspiro. Las cosas serían más difíciles de lo que esperaba.

Amor entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora