Ya había pasado media mañana cuando Hermione despertó con los finos rayos del sol iluminandole el rostro somnoliento. Al fin había tenido una buena noche, el dolor de cabeza era demasiado intenso como para tener pesadillas. Al despertar su primer recuerdo fue el de la conversación que había tenido con Draco antes de dormir. La joven se encontraba sola en la habitación. Luna debía estar en clases. Hermione se lamentaba por no poder asistir a la mayoría de las clases de esa semana debido al "incidente", las enfermeras le impusieron una semana de descanso para mejorarse lo antes posible, eso y unas cuantas pastillas por supuesto. Al menos la herida de la cabeza era pequeña y había dejado de sangrar más rápido de lo esperado. Hermione se sentía demasiado agotada como para siquiera sentir enojo u odio hacia la muchacha que la había puesto en aquella situación. Sabía que no tenía caso, Pansy jamás dejaría de ser una desgraciada. Draco, por el contrario, había demostrado aprender de su errores y ganarse la gratitud de varias personas en el castillo. Claro que Hermione sabía que Harry y Ron no dejarían de mantenerlo vigilado por un buen tiempo, sin importar los buenos actos del muchacho. En parte lo conectaba a la arcaica enemistad entre sus casas, nunca se había visto a un slytherin y a un gryffindor ser amigos.
Hermione tomó su celular y revisó los chats recientes. Sus amigos le deseaban que se recuperara pronto y le ofrecían su ayuda para lo que necesitase. La joven planeaba pasar todo el día metida en la cama, sin embargo unos golpecitos en el cristal de su ventana la obligaron a incorporarse. Al abrirla una leve brisa le besó las mejillas y le alborotó los rizos despeinados. En un instante Draco apareció frente a ella arrancándole un pequeño grito de sorpresa. El joven se encontraba flameando en el aire, subido a su escoba voladora. En cuanto vio la ventana abierta se apresuró a entrar por ella. Hermione tuvo que agacharse para que la cola de la escoba no le rebanara el cuello.
—¡Rápido cierrala!
Hermione cerró la ventana en un movimiento veloz y se dio media vuelta con el rostro desencajado. Draco se bajó de la escoba y la dejó descansando junto a la puerta de la habitación.
—¿Qué haces? ¿Estas loco?
—Lo siento, debí avisarte que vendría. No sabes lo difícil que fue engañar a Filch para llegar hasta aquí.
Hermione sonrió al imaginarse la situación. De enterarse que él joven estaba allí aquel conserje malhumorado lo haría tragar tierra una semana.
—¿Qué pasó?
—Solo quería ver como te encontrabas. Deberías estar en la cama.
Draco le hizo señales con las manos y Hermione volvió a meterse entre las sábanas, no porque quisiera hacerle caso al joven insolente, sino porque con el susto olvidó que aún se encontraba dentro de su vergonzoso pijama de unicornio y quería cubrirse.
—Estoy bien, no hacía falta todo ese escándalo.
—Como digas. —Draco la ignoró y se sentó en la silla de mimbre junto a la cama.
Como de costumbre se quedaron en silencio, mirándose. Hermione sonrió involuntariamente al notar lo radiante que se encontraba el joven pese a las malas circunstancias que atravesaron el día anterior.
Draco se había propuesto ser más sincero con Hermione, enfrentando algunos de sus miedos, como por ejemplo el rechazo de las personas que solía considerar sus amigos. Sabía que de ahora en más se sentiría más solo, pero si ese era el precio por el respeto y el cariño de Hermione se veía capaz de pagarlo.
Era la primera vez que veía a la joven recién despierta y fue una imagen más maravillosa de lo que esperaba. Ahora podía conocer una nueva faceta en la belleza de Hermione, con aquella melena despeinada y aquellas ropas que sacaban a la luz su lado infantil y frágil. Draco sintió la necesidad de cuidar de ella, de protegerla.
—Bien, ¿qué te gustaría hacer hoy?
—¿Qué? —Hermione lo observó confundida— No hay mucho que pueda hacer, debo estar aquí todo el día.
—Lo sé, por eso traje algunas cosas para entretenerte.
Draco tomó el bolso que había llevado encima y sacó una caja blanca.
—Imagine que dormirías hasta tarde y que te perderías el desayuno.
Hermione abrió la caja y en su interior encontró un plato repleto con galletas de chocolate, una taza hermética con café y un mazo de cartas. Su rostro se iluminó al observar la comida y no se resistió al impulso de abrazar al joven.
—Gracias —susurró enterrando la cabeza en el hueco libre entre la dorada cabellera y la pálida piel del cuello. Por unos pocos segundos pudo darse el lujo de oler el dulce perfume que lo impregnaba.
Draco se tensó ante el contacto pero se permitió envolverla con los brazos suavemente.
Hermione regresó a su sitió y comenzó a comer agradecida, el hambre la había inundado apenas abrir los ojos.
—¿No comes? —Hermione le ofreció el plato.
—Tal vez tome una.
Los jóvenes pasaron las horas juntos, charlando de clases, trabajos pendientes y otras trivialidades mientras se debatían a duelo en un mítico juego de naipes.
—Ya deberías irte, vas a perderte el almuerzo —comentó Hermione.
—Lo sé... —Draco se encontraba desganado ante aquellas palabras.
—¿Qué pasa?
—¿La verdad? —Draco se observaba los pies al hablar— No quiero irme... Pero sobre todo no quiero ver a Pansy y a Blaise.
Hermione lo observó con un gesto triste. Sabía lo difícil que era volverse desconocido de alguien a quien había querido tanto y hacer de todo para evitar verle. Finalmente se le ocurrió una idea, era algo arriesgado en cuanto a las reglas del castillo pero ya estaba rompiéndolas al mantener aquella intimidad con un estudiante de otra casa en su propia habitación, además sabía que el estar recuperándose de una herida como aquella le daba ciertos beneficios.
—Tengo una idea —sacó su celular y le mandó mensajes a Luna. Para su suerte la joven contestaba rápido.
Draco la observaba tecleando velozmente en silencio, no tenía idea de lo que podría estar planeando la muchacha.
—Listo.
Draco le dirigió una mirada de confusión.
—No tienes que irte. Luna nos traerá el almuerzo aquí.Draco había pasado todo el día en la habitación de Hermione, pero al caer las primeras luces del atardecer sabía que no le quedaba más remedio que regresar a su habitación.
Draco se encontraba junto a la ventana abierta con la escoba voladora aferrada a la mano izquierda, Hermione se encontraba frente a él con un pequeño resplandor iluminandole el rostro. Las luces anaranjadas del atardecer bañaban la habitación generando un ambiente cálido, mágico, y hacían que el dorado cabello de Draco reflejara destellos rojizos.
—Gracias —Hermione sonreía con un ligero rubor en las mejillas.
—No es nada. Si necesitas algo solo llamame.
Hermione lo despidió con un abrazo y esta vez Draco la sostuvo firmemente entre sus brazos. Ahora que se encontraban de pie podía percibir la diferencia de estaturas. Hermione apenas le llegaba a la barbilla. Se quedaron así unos cuantos minutos, observando el espectáculo celestial que tenían frente a ellos.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Draco finalmente se apartó y subiéndose a la cornisa del ventanal dio un pequeño saltó de fe hacia el vacío. Antes de que a Hermione se le saliera el corazón del susto el joven alzó vuelo montado a la escoba. Draco le guiñó un ojo antes de tomar impulso y salir disparado hacia el cielo lejano. Hermione lo observó soñadora, hasta que el joven se transformó en un pequeño destello, confundiéndose con el resto de las estrellas.
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Amor entre las sombras
FanfictionHermione Granger es una joven bruja herida y a la defensiva, la mayoría diría que es fría y antipática. Draco Malfoy parece ser el único en todo Hogwarts que la comprende, por mucho que quiera hacerse el indiferente. Cuando los DM comienzan a ser má...