Capítulo 8

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Me remuevo en la cama por cuarta vez consecutiva, me niego a abrir los ojos aunque ya esté despierta.

Abro solo un ojo para ver la hora. Las 9:03. Ya me levantaré, todavía es pronto.

Me abrazo a la almohada, acomodándome de nuevo.

Mi burbuja de tranquilidad no dura mucho, pues golpean mi puerta.

—¡No estoy! —grito en respuesta, pero la persona del otro lado se lo pasa por el arco del triunfo porque abre la puerta y entra a mi habitación.

—¡Buuuuuenos días, doña Falditas! —por qué será que no me extraña que sea él. —¡Es hora de levantarse y hacerle frente a este día tan maravilloso!

Lo veo dar una vuelta como si fuera una bailarina y gesticular con aire soñador.

—No quiero. Estoy muy a gustito aquí —me niego y vuelvo a cerrar los ojos.

Escucho sus pasos acercarse hasta la cama y seguidamente arranca la almohada de mis brazos. El muy idiota comienza a darme con ella.

—Des-pier-ta —con cada sílaba me da un almohadazo.

—¡Aaagh! ¡COLIN! —le dan igual mis quejas, él sigue golpeándome.

Se va a enterar.

Me pongo de pie sobre la cama y de un estirón se la quito. Ahora soy yo la que lo golpea.

Intenta cubrirse la cabeza con los brazos y aprovecho para darle en todo el estómago.

—¡Ouch! —se deja caer dramáticamente en la cama. —Soldado abatido.

Aprovecho para subirme encima de él y hundir la almohada en su cara como si fuese a asfixiarlo.

—¡Aaaah! —su voz sale amortiguada. —¡¿Es que me quieres matar, loca?! —da grandes bocanadas de aire cuando destapo su cara.

—¿De verdad me lo preguntas? —enarco una ceja. La respuesta es muy obvia.

—Haz el amor, no la guerra, Falditas. Por mí, empezábamos ya —juguetea con el borde de mi camiseta, subiéndola un poco.

—Estate quieto —le doy un manotazo.

—Es que eres preciosa —me observa con una mezcla de sentimientos reflejados en sus ojos que causan una oleada de emoción en mi interior.

Un poco tímida, me inclino para abrazarlo fuerte, agradeciéndole el halago.

No suelo cohibirme por un simple piropo, pero no estoy acostumbrada a que un chico me diga que soy guapa de una manera tan sincera como la que él ha empleado.

Es decir, me lo han dicho algunas veces para ligar conmigo y no es que sea mentira —una sabe lo que tiene—, pero Colin lo ha expresado como si me viera como a un ser divino.

—Me encantas —murmura en mi oído.

—Y tú a mí —admito en un susurro, notando un revoltijo de sensaciones en el pecho.

—Entonces, déjame tocarte las tetas —bromea, cortando el ambiente que se había empezado a volver pesado.

Ruedo los ojos, apartándome de él y bajando de la cama para ir hacia el baño. Me sigue y, antes de que pueda entrar, me agarra e intenta darme un beso.

—Ah, no. De eso nada —envuelvo su cara con mi mano, frenándola —No hasta que me haya lavado los dientes.

—Pero... —cierro la puerta antes de que pueda acabar la frase, dejándolo afuera.

Me lavo bien los dientes y la cara, quitando cualquier resto de sueño. Recojo mi pelo en lo alto de la cabeza con una pinza y empiezo a desvestirme para entrar a la ducha.

Entre Libros y Apuntes [Wattys2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora