Capítulo 18

1.5K 105 27
                                    

Colin no se despierta hasta las ocho y media de la tarde, un poco mejor que antes, pero todavía con fiebre y dolor de cabeza.

En esas dos horas, he estado hablando con Salma por mensaje, contándole que Colin y yo lo hemos aclarado todo y que lo he perdonado. Ella ha estado totalmente de acuerdo con mi decisión al escucharme repetir la conversación que Colin y yo tuvimos antes.

Mis padres y las mellizas se han asomado un par de veces para ver cómo está. Lo han encontrado durmiendo, así que ya no han vuelto a mi habitación para no molestarlo.

Nosotros seguimos en la misma posición, yo boca arriba y Colin de lado, abrazado a mí con su cabeza sobre mi pecho.

A pesar de no haberme movido en todo este tiempo, estoy muy a gustito. Es demasiado agradable estar envuelta en su calor, notando su respiración acompasada con la mía y oliendo su perfume con cada inspiración.

—¿Tienes hambre? —le pregunto, acariciando su espalda.

Asiente, su pelo haciéndome cosquillas en la barbilla.

—Voy a hacerte una sopa —intento levantarme. No me deja, arrimándose aún más a mí —Colin...

—No quiero que te vayas —gruñe.

—Mi amor, si no me dejas no puedo hacer la sopa. Ya verás como después de comer te sientes mejor —me apretuja entre sus brazos y refunfuña algo entre dientes en señal de desacuerdo.

Ay, Dios mío, qué paciencia hay que tener con este cabezota.

Colin

Me siento como una puta mierda.

Ya me encontraba un poco mal antes de venir a ver a Donna. No le di importancia hasta que, de un momento a otro, empecé a encontrarme mucho peor.

Ningún resfriado me había hecho estar tan mal. Los escalofríos que me recorrían y la sensación de tener frío eran horribles, menos mal que gracias a la ducha estos síntomas han disminuido considerablemente.

También ha tenido algo que ver en mi mejoría el que Donna esté en la cama conmigo y sus manos no dejen de acariciar mi pelo y parte de mi espalda. Debo haberle parecido patético al decirle que en mi casa no me quieren cuidar, pero no me puede importar menos.

Siempre que me enfermo, nadie se preocupa por mí y, aunque suene egoísta, quiero sentirme querido por una vez en mi vida.

—¿Tienes hambre? —la bonita voz de Donna me saca de mis pensamientos.

Casi no he comido al mediodía y de eso hace ya unas cuantas horas por lo que asiento.

—Voy a hacerte una sopa —no dejo que se levante porque no me apetece separarme de ella. —Colin...

—No quiero que te vayas —escuchar el latido de su corazón me relaja y hace que mi dolor de cabeza se suavice un poco.

—Mi amor, si no me dejas no puedo hacer la sopa. Ya verás como después de comer te sientes mejor —la abrazo con posesión para que no se vaya.

Mi amor.

Soy su amor.

Yo.

SU amor.

Un gran afecto se expande en mi interior. Lo noto en las venas, recorriendo todo mi cuerpo hasta llegar al corazón, donde explota en una sensación... inexplicable.

Es una especie de cosquilleo junto a un calor muy agradable que te obnubila, haciendo que, en ese periodo de tiempo pasajero, te des cuenta de la realidad de tus sentimientos aunque hayas tratado de negarlos.

Entre Libros y Apuntes [Wattys2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora